lunes, noviembre 07, 2016

La importancia de los artistas en la sociedad

A mediados de octubre hice un viaje de 15 días por el noreste de Estados Unidos.

Aclaro que no les platicaré a detalle este viaje porque no me gusta ser como esos engreídos insoportables que se la pasan: "Uuuuy, síiii, mis viajes; mi estilo de vida; viajen para que sean mejores personas; viajen para que conozcan mundos nuevos y sepan de la vida y bla bla bla". Para nada. Simplemente lo del viaje es una introducción para llegar al quid de este escrito (aunque posiblemente les platique más del viaje en otro post, jejeje).

Como les decía: fui a Gringolandia, y no es que me haga muy feliz viajar a este país; mucho menos ahora, a como está el dólar de caro y a como traen la locura de la elección presidencial, pero varios motivos -y un dinero que tenía ahorrado- me llevaron a recorrer esa parte de Los Yunaited  Esteits (como dicen las tías que van de shopping). 

El primer motivo fue visitar a mi hermana y a mi cuñado para conocer a mi nuevo sobrino. Ellos viven en Maryland, muy cerca de D.C. Los demás pretextos del viaje fueron mi cumpleaños 40, el cumpleaños 44 de La Fabi y el habernos conocido hace 15 años (sí, lo sé: soy bien pinche romántico, snif).  

Total que llegando a USA mi cuñado amablemente me prestó su carro y La Fabi y yo huimos de los llantos de mi so... ¡DIGO!: agarramos carretera y comenzamos nuestro roadtrip. Recorrimos algunas partes de Maryland, Virginia, Pensilvania, Nueva Jersey y Delaware; también una diminuta porción de los Apalaches, en el Parque Nacional Shenandoah. En resumen, fue un viaje muy provechoso; un recorrido cuyo propósito era una de las máximas de Schopenhauer: "Desear tan poco y conocer tanto como sea posible".

Pero si algo me sorprendió de las muchas cosas que vi, fue la ciudad de Filadelfia.

La verdad nunca en mi vida hubiera planeado una visita a esta urbe. Las ciudades "modernas" no son lo mío; ya saben: mucha gente, muchos carros, muchos edificios, mucho todo. Mucho menos me llamaba la atención una ciudad que fue la capital de Los Policías del Mundo, donde las ofertas turísticas tienen que ver con historia que no me interesa: una campana "De La Libertad", un edificio "De La Independencia", monumentos a muertos y veteranos de guerra, una estatua de Rocky Balboa y gringomamadas por el estilo. Pero había escuchado hablar sobre su multiculturalidad y su oferta gastronómica; pero, sobre todo, había leído sobre Isaiah Zagar, un artista local único que trabaja el mosaico (denle una buscada en Google a su vida y obra; no se arrepentirán).

Lo que puedo decir es que Isaiah Zagar le ha dado otra cara a la ciudad de Filadelfia: una más bonita y colorida; más noble e imaginativa. Su obra también le ha dado plusvalía a un barrio que iba a ser derribado en los años sesenta y ha atraído turistas y artistas de todas partes del mundo. Al recorrer las calles donde sus más de 200 obras con mosaico están presentes, uno no pude sino reafirmar la importancia de los artistas en la sociedad; una sociedad que se ha ido descomponiendo y perdiendo valores, así como capacidad de asombro e instantes de contemplación. Una sociedad donde pareciera que nada puede existir si no deja un beneficio económico, pues lo que enriquece el espíritu no compra nada palpable.

Yo por eso me quedo con lo que el señor Zagar puso en uno de los rincones de su obra más representativa: los Jardines Mágicos de Filadelfia, en el 1020 de la calle South: "Construí este santuario para ser habitado por mis ideas y mis fantasías".
Eso no tiene precio.

3 comentarios:

Karlos F. dijo...

Caray, que chingon.

Siempre he dicho que "el arte salva" y este es otro ejemplo de ello, ojala mas personas se dieran cuenta de eso ó les dejaran darse cuenta de eso...

Saludos...

Anónimo dijo...

no me gusto esos mosaicos, creo que ese artista se las truena bien duro y en su loquera se pone a hechar arte................
ya estas ruco guffo casate y ten hijos chillones que no te permitan viajar, sera la onda, ya lo veras jajajaja

elbibis.blogspot.mx dijo...

Poco a poco, en algunos pocos lugares de Monterrey, como el Barrio Antiguo, he visto florecer el arte... ojalá que esto se expandiera como enredadera por toda la ciudad, sería una belleza y definitivamente pienso que tendría efectos positivos para la sociedad. ¿A quién no le gusta la bonito?