martes, marzo 29, 2016

Confesiones de un alcaide

Creo que nunca había dejado pasar tanto tiempo sin subir algo a este espacio. Por un momento me sentí como esos blogueros que anuncian con bombo y platillo su regreso a esta red social, postean muy inspirados una vez y seis meses después vuelven a postear sólo para justificarse por no haber subido algo en tanto tiempo. Y no, no es justificación, pero he andado con una mudanza y algunos trabajos de ilustración pendientes que no había podido terminar porque apenas me estaba instalando en la nueva casa/estudio, y pues tengo que aprovechar mientras haya chamba ahorita que no tengo un empleo fijo.

En el post anterior les platicaba que trabajé durante tres años como alcaide en las celdas municipales de un municipio cercano a Monterrey, trabajo que nunca en mi vida imaginé desempeñar, pero diversas circunstancias me llevaron a aceptarlo porque los caminos de la vida no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creíiiiiia, snif.

Les comentaba que mi estancia en la Secretaría de Seguridad Pública de García hizo que cambiara la forma en que percibía algunos aspectos de las instituciones públicas, los funcionarios, los ciudadanos y la problemática social; y, aunque la experiencia ahí no fue del todo mala, sí generó en mí cierto "pesimismo" o desaliento hacia el panorama en general, hacia el futuro de nuestro estado y su gente. Comprendí la raíz de algunos problemas y me percaté de su profundidad, y por más que le busqué y reflexioné y leí y pregunté, no vi intención de cambios radicales ni soluciones inmediatas a las broncas de desigualdad, seguridad, desempleo, drogadicción, educación y reproducción irresponsable; tampoco mucha disposición de las autoridades y ciudadanos para erradicarlos, y pues eso sí es algo difícil de digerir cuando sueñas habitar en un lugar con alta calidad de vida. Y si eso vi en un municipio de poco más de 140 mil habitantes que fue gobernado por el famoso Bronco, imaginen -y perdonen mi francés- el pedonón que padecemos a nivel país.

Digo, tampoco es para que nos deprimamos -bueno, sí, un poquito-, sino para que reflexionemos qué está en nuestras manos cambiar como ciudadanos incapaces de manejar -para bien- grandes cantidades de dinero del erario o instituciones poderosas. Por eso a continuación les comparto algunos datos, ejemplos y situaciones que viví a diario allá en García, para que ustedes las rumien y me digan qué opinan; si hay un dejo de esperanza o de plano no:

-Es un hecho comprobable que en época de elecciones las faltas administrativas y delitos, aparentemente bajan. Justo como en Navidad. Qué raro, ¿no? ¿La razón?: quedar bien con la ciudadanía más vulnerable, el voto duro, pues la mayor cantidad de detenidos viene de ese estrato socioeconómico (al menos allá en donde yo trabajé). Curiosamente, cuando entran las nuevas administraciones, sube la cantidad de faltas y detenidos (uno lo nota más estando dentro, como funcionario de medio pelo). ¿La razón?: recaudar dinero, pues generalmente la administración pasada no deja ni los ceniceros, aunque sean del mismo partido. No es teoría de conspiración ni mucho menos. Ésa es la consigna a los oficiales de policía: "Apliquen el criterio, no traigan gente por traer" o "Tráiganse todo lo que huela a pedos". Un ejemplo para ilustrar esto: sorprenden a personas ingiriendo alcohol en la vía pública, se les advierte que no lo pueden hacer pues es una falta administrativa con arresto de 24 horas o  multa de $500 pesos, y se les invita amablemente a pasar a sus casas a seguir bebiendo. Así nomás. Con otra consigna es: "No adviertan, agarren parejo". ¿Quién da esta orden? El alcalde en turno. ¿A quién termina aborreciendo uno como ciudadano? Al poli que sólo sigue órdenes; un individuo necesitado, que por lo general no acabó la secundaria y percibe un sueldo de mierda por ser carne de cañón. ¿A quién corren por seguir órdenes si el detenido "es influyente" y recibe ayuda de quien le dio la consigna al poli? Al poli. Total que el oficial de policía siempre es el más aporreado, explotado y jodido de todos.

-Sí, me consta que al policía se la pasan diciéndole día y noche que no agarre dinero del ciudadano y que, mucho menos, lo pida. Eso me consta. Y pues estando adentro uno se da cuenta el porqué: si el policía recibe lana de un ciudadano, es una multa que no recibe el municipio y es dinero que no llega a bolsillos de otros que ni necesidad de robar tienen, pero pues son mañosos. El policía por más arrestos que haga y más recaudación genere, siempre ganará lo mismo y siempre correrá con el riesgo y el desprestigio. Y sí, también fui testigo de que corrieran a muchos policías que se dejaban sobornar o pedían dinero -$100 ó $200-, pero creo que el motivo de su despido era más porque le quitaban la oportunidad a alguien de más jerarquía de ganarse 5, 10 ó 20 mil pesos. Si no ¿cómo se explican que las pruebas de confianza no se apliquen a jueces calificadores (que son quienes aplican las multas), directores, secretarios y alcaldes (que son quienes dan las órdenes)?  Estas pruebas sólo se aplican a policías, agentes de tránsito, guaruras  y empleados de medio pelo (como lo fui yo), supongo para que no les vayamos a quitar lo que creen que a ellos les corresponde. Es casi casi como un control que dice: "Lo que me importa es que no me robes a mí, no al ciudadano, pero lo hago ver como lo contrario y lo acomodo para que tú siempre seas el villano". Al ciudadano se le debe robar de forma más discreta y aparentemente legal: con papelito con sello oficial. Eso fue lo que yo constaté.

-El municipio de García -antes Villa de García, pero le quitaron el "Villa" porque "¡Uy, qué oso, ya somos ciudad!"- tiene poco más de 140 mil habitantes, la mayoría de ellos de clase baja y media baja, con problemas de transporte público -ahora, que quiere "modernizarse" y juntarse con Monterrey-, pocas opciones educativas y un crecimiento desenfrenado de fraccionamientos de interés social -hay más de 120, muchos de ellos abandonados- con espacios limitados e insuficientes para el desarrollo y la convivencia sana. No por nada la mayor cantidad de faltas y delitos que se cometían cuando yo trabajé ahí, eran riñas campales, alteración del orden público (pleitos entre vecinos) y violencia familiar. ¿A quién termina odiando uno por las mini casitas que provocan estas broncas? Al funcionario público. ¿Quién también tiene la culpa? El empresariado que se dedica a la construcción.

-García tiene como mayor atractivo turístico las Grutas de García, el casco antiguo y el zoológico Xenpal, de ahí en fuera todo pareciera ser miseria; una sucursal pobre y sucia de Monterrey; con Soriana, Aurrera, Smart, Autozone, Little Ceasar´s Pizza y, próximamente, cines y plazas comerciales, que la verdad no sé cómo vayan a sobrevivir con el poder adquisitivo tan jodido que tienen los habitantes de este municipio. Aparte, un lugar con expendios de cerveza y casas de empeño en cada esquina (no es broma, vayan y compruébenlo ustedes mismos), no creo que tenga mucho futuro. Desgraciadamente nada quedó de aquella Villa de García apacible, con acequias, gente en bicicleta y nogales, a la  que uno iba de fin de semana o vacaciones cortas.

-Algo que me sorprendió mucho: conocí a muchas personas que no sabían leer ni escribir. Sí: a 30 minutos de la modernízima ciudad de Monterrey hay personas que no saben leer ni escribir su propio nombre. Otro dato aterrador: de entre los 600 y 1000 detenidos que había al mes, pocos  -calculo que un 20%- tenían apenas la secundaria terminada, por consiguiente, trabajos mal remunerados, "informales" o temporales.

-Otra cosa alarmante que vi fue la cantidad de embarazos entre adolescentes. A diario me tocaba ver chavitas de 13 años con panzas de 6 meses y a chavitos de 16 años ya con dos hijos, sin primaria terminada y, obviamente, sin trabajo; hijos a su vez de padres en situaciones similares: sin primaria terminada y sin empleo; abuelos ya a los 33 años, separados de su pareja, alcohólicos o drogadictos. Aparte, muchos de estos "padres y madres" menores de edad, enganchados con el tolueno y el resistol, al igual que con la mota. Lo absurdo -en mi opinión- es que a los que agarraban con tolueno o resistol se les ponía un arresto de 24 horas o una multa de $500 pesos, y a los que agarraban con bachas o un churro de mota -si eran mayores de edad- los ponían a disposición del ministerio público, donde tenían que pagar entre 5 mil y 15 mil pesos para salir. El consumo personal allá no existe. O depende del juez; de la consigna que haya recibido. Se libraba de ser puesto a disposición aquel que sólo trajera aliento a cannabis. Siempre caían los mismos, ya me sabía sus nombres; y a veces más. En tres años no vi a uno sólo que se rehabilitara. Muchos decían que sí, pero volvían a caer detenidos, intoxicados. Me enteré de algunos a los que mataron o ellos mataron a alguien, se hicieron rateros o se unieron a alguna banda de criminales.

Y el jueves o viernes les sigo  platicando más, porque ahorita ya me tengo que poner a trabajar. Gracias por leer.

jueves, marzo 10, 2016

Mi pasado como celador municipal

Confieso que estaba un poco negado a escribir sobre el último trabajo de oficina que tuve, por eso había dejado en pausa este apunte. Aparte, estuve viajando de hippie desde mediados de diciembre –Maryland, DC, Yucatán, Baja California Sur–, por lo que a veces ni ganas, ni espacio, ni tiempo, ni señal tenía. Bueno, aclaro que no es que "no tuviera ganas" de escribir, pues en verdad quería compartirles mis experiencias, ya que es una forma de "liberarme"; pero simplemente quería concentrarme en esa desconexión total que a veces sólo consigo viajando.

No exagero si les digo que en un principio me resultaba pesado nomás recordar ese trabajo. Creo que aquel olor nauseabundo de las celdas es algo que me perseguirá por siempre; esa mezcla de sudor de pies, cruda de tres días y orines era como un golpe con manopla en la nariz a diario. Y ésa era sólo una de las tantas cosas que tenía que soportar.

Pero les debía este escrito –y otros más– y aquí está;  porque como lectores aquí estuvieron siempre al pendiente, y eso se los agradezco mucho.

Lo primero que les diré –porque es lo que más me han preguntado– es que Jairo, el chavo que estaba acusado por robo con violencia y violación, tuvo su juicio el 4 de febrero y resultó ser inocente. Ya está libre. Cumplió casi un año de encierro. No lo volví a ver ni a saber de él, pues ya no trabajaba ahí cuando esto sucedió. Uno de los doctores –con quienes entablé muy buena amistad–, me dio la noticia por Whatsapp. Sólo espero que a Jairo le vaya bien, que siga con su novia, que acabe la prepa, que siga leyendo las revistas Muy Interesante –a las que se aficionó durante su encierro– y resolviendo los crucigramas que lleguen a sus manos.

Para los que no estaban enterados o no saben de lo que hablo, me voy un poco hacia atrás: trabajé tres años en seguridad pública –como alcaide– en el ahora primer municipio "independiente" de Nuevo León, donde el famoso Bronco fue edil cuando era priista. ¿Qué cómo acabé ahí después de haber trabajado como dibujante y redactor en dos periódicos de Monterrey y como freelance para algunas agencias de publicidad y otros negocios? Por necesidad. Por recortes laborales. Por falta de oportunidades. Porque un amigo que trabajaba ahí desde hacía varios años necesitaba gente de confianza en ciertos puestos después de que corrieron a casi todos los policías, mataron a un General y la violencia había alcanzado su punto más álgido en el estado, y, sobre todo, en ese municipio.

Entré también movido por el "criticando no vas a resolver nada" y el "desde adentro se cambian las cosas". Quería conocer, si no a fondo, sí parte de las causas de una problemática social. Lo acepté para conocer "Las Entrañas del Sistema", por decirlo de alguna manera más peliculesca. Confieso que también en parte acepté ese cargo por ingenuo; por soñador; por humano: porque pensé que venían cambios positivos para mi estado, para mi ciudad; porque pensé que el cambio se tenía que hacer desde aquí, no desde otro país. Ahora ya ni sé qué pensar.

¿Valió la pena? Sí. Conocí gente valiosa. Gente honesta y con ideas frescas que desgraciadamente no figuran. Gente muy pendeja con poder y también gente con algo de poder y buenas intenciones. También me deshice de muchos miedos y prejuicios (luego les platico cuáles). Comprobé que algunas cosas que no creía verdad, lo eran; que otras que creía reales, eran mitos. Como dato adicional, me gustaba mucho el horario, pues entraba a las 12 del mediodía, trabajaba 24 horas y descansaba 72, y eso me daba mucho tiempo libre para estar con mi novia y seguir haciendo trabajos de ilustración, diseño, caricaturas, etcétera. Incluso puse un negocio de hamburguesas para aprovechar el tiempo en otra de las cosas que me gusta: cocinar.

¿Cambié en algo? No creo. No para mal. Quizás se me trastornó un poco el sueño. Quizás alguna vez grité o me desesperó algún borracho intransigente, pero nunca me puse al tú por tú, ni llegué a la violencia física, ni abusé de mi aparente "poder". Comencé a ver a los borrachos con otros ojos: como gente triste en vez de festiva. Nunca los vi como oportunidades para recaudar dinero, como se acostumbra en esas dependencias. Lo que sí es que aprendí que hay mucho trabajo por hacer (en otro post les cuento), muchas cosas que cambiar (en otro post se las digo) y muchas cosas que agradecer desde nuestra posición socioeconómica y familiar. Ah, y también me di cuenta que El Problema de este país, estado, municipio, es más grande y profundo de lo que a veces pensamos. ¿Cambié algo? Quizás dejé sembrada alguna semilla de lo más positivo de mi personalidad en alguna persona; algún gusto, alguna idea. Me viene a la mente que a Jairo le traté de inculcar la lectura y se hizo fan de las revistas Muy Interesante. También algunos oficiales de policía que me veían llegar con mi jugo y mi ensalada para la cena, se animaban a hacer lo mismo, en vez de comprar hamburguesas, piratas o gringas.

¿Alguna vez sentí miedo? Una vez: cuando agarraron a unos secuestradores con cuernos de chivo. Eran dos chavitos y dos chavitas de menos de 20 años. Traían a un hombre de unos 70 años secuestrado. No se inmutaron en accionar los rifles cuando una patrulla les hizo el alto por manejar "de forma sospechosa". Terminaron estrellándose contra un muro durante la persecución. Cuando vi al líder de la banda a los ojos, con todo el rostro ensangrentado, vi a una bestia. No, ni siquiera un animal. Vi algo sin alma. Sin sentimientos. Como si no pensara en nada. Un autómata. No comprendía lo que tenía enfrente. Eso sí me dio mucho miedo. No recuerdo otra vez que haya sentido miedo en ese trabajo, pero si me acuerdo, se las comparto.

¿Por qué dejé ese trabajo? Me corrieron. Me doblaron los turnos de 24 por 72 a 24 por 48, después estuve siete meses trabajando de 24 por 24 horas con el mismo sueldo. Cuando pedí vacaciones, me las negaron, pues era "La Nueva Administración", pero yo comoquiera me fui de viaje. Obviamente regresé y me dieron mi baja, y en cierta forma descansé, pues ya estaba harto de muchas cosas, una de ellas: que era casi casi como si estuviera pagando para ir a trabajar. Me liquidaron "conforme a la ley", aunque nunca consideraron las horas que trabajé de más durante siete meses porque "habían sido en la administración pasada", y hasta ahí llegué. Ni siquiera me enojé como para decirles que se metieran el dinero que faltaba por el culo.
Y hasta aquí llego hoy, pero prometo que la próxima semana les contaré más a detalle sobre mi experiencia como alcaide en  el quesque primer municipio "independiente" de México.

martes, marzo 08, 2016

A la verga el voto

Lo he decidido: no pienso volver a votar. Rompería mi credencial de elector, pero en muchos lugares es la única identificación que te hacen válida. 

Ex gobernadores multimillonarios fugados, ex alcaldesas multimillonarias prófugas, funcionarios actuales con pasado criminal... En serio que ni a cuál irle. Ni a qué irle. 

Como dijo el escritor mexicano Guillermo Fadanelli: "Ya no salven al país. Es el país más salvado del mundo y aún así vean dónde está. Cuiden de sí mismos. Alguien tomará ejemplo". Sólo cambien "país" por "estado", "ciudad" o "municipio". 

Comprendo que este país, estado, ciudad, municipio es "una empresa" y, como tal, sus recursos tienen dueños, gerentes, administradores e intereses, pero no todos estamos dentro de ellos ni se nos da la mezquindad con tanta facilidad; por lo tanto, votar es pura pérdida de tiempo, dinero e ilusiones.

Desde una posición egoísta y desde experiencias personales, podría decir que nunca me he beneficiado económicamente de la política tanto como para que haya cambiado mi vida. Ni siquiera cuando tuve familiares y conocidos en el poder. Por lo tanto: ¿para qué votar por un sistema del que no obtienes beneficios? 

Desde un punto de vista menos egoísta, más inclusivo, humanitario, social y "desde adentro de El Sistema" -pues trabajé tres años en una Secretaría de Seguridad Pública- tampoco me beneficié ni pude cambiar las cosas que me parecían abusivas o disparatadas para provocar un cambio positivo o un bien común importante. Por lo tanto: ¿para qué seguir con esta farsa? 

Mejor como dijo el escritor mexicano Guillermo Fadanelli.

viernes, marzo 04, 2016

La ceguera del regio promedio

Me topé con esta joya en Internet:
Al leerlo reafirmé lo que siempre he pensado: el regio promedio es nefasto. El regiomontano genérico no ve más allá del trabajo, el futbol y la carne asada. Es pedestre, xenófobo, ignorante, de mente cerrada y altanero. 
Le han vendido una idea de lo que debe ser, qué debe tener y cómo debe actuar; y, peor aún: se la ha creído y la ha agarrado de bandera y la ha elevado a no sé qué potencia, acabando por convertirse en una caricatura de sí mismo que no acepta otra cosa que no sea eso que cree ser. 

Me encanta eso que menciona de "sentirse orgulloso del acento y la forma de hablar"; eso de levantarse en la madrugada para ir a "chingarle al jale" y doblar turno para poder "darse el lujo de una carnita asada el fin de semana". No sé cómo no ven lo patético de esto que sólo pone en evidencia a un montón de individuos tan básicos que están dispuestos a ser explotados por unos cuantos pellejos asados. Una sociedad de esclavos, pues. Esclavos que están felices de serlo. 

¿Acaso no hay más allá que joderte trabajando, pagar las cosas más caras sin quejarte, enajenarte con dos equipos de futbol, beber cerveza y asar carne?

Estoy seguro que al regio promedio podrían venderle cagada y estaría presto a comprarla con tal de sentirse superior al resto. Digo, ya consumen la programación de Multimedios: ¿qué tanto falta para consumir mierda pura?

La cultura empresarial le ha hecho mucho daño a la mayoría de mis paisanos; les ha creado un complejo de inferioridad disfrazado de complejo de superioridad que les llega a hacer creer que sólo en Monterrey la gente trabaja y mantiene al resto del país.

Y el remate del texto es una delicia: "Aquí sólo hay dos equipos, los de casa, los demás no existen", para después de haber impuesto nuestros dizque "usos y costumbres", decir que recibimos a los foráneos con los brazos abiertos, ah, pero siempre y cuando vengan a chingarle, le vayan a nuestros equipos, preparen el hígado para beber cerveza cada fin de semana y tengan una dieta carnívora. En otras palabras, los recibimos con los brazos abiertos siempre y cuando sean igual de tarados y vacuos que nosotros.

¿Ya ven por qué me la paso viajando? Entre menos tiempo pase en esta ciudad, mejor.