martes, agosto 25, 2015

Abuso de confianza

Cada una de las salas de visita está dividida a la mitad por un vidrio grueso con orificios. Son cuartos pequeños, de aproximadamente dos metros por dos metros, sin ventilación, con una lámpara de cada lado que hace que las paredes blancas destellen de forma peculiar. Aunque la iluminación es abundante, la acústica no es muy buena, por lo que hay que pegarse al cristal para hablar y escuchar con claridad. Afuera de estos recintos, del lado de los detenidos, un elemento de seguridad hace guardias cada que algún familiar de estos pide tiempo para una visita.

Con Jairo había tenido algunas consideraciones, debido a su situación. Como lleva casi seis meses en prisión preventiva, decidí permitirle ver a su familia en otra parte que no fueran las entrañas de estos cubos de yeso tan impersonales y luminosos. Recrear en mi cabeza la imagen de Jairo con las manos pegadas al vidrio a la altura de las manos de su madre, novia o hermanos –como si se tocaran–, me resultaba triste e indignante; por eso decidí que recibiera sus visitas en un espacio más amplio: una sala de espera con cámara de seguridad y lugar suficiente para que cinco o seis personas puedan estar sentadas. 

Pero todo cambió ayer. La noche estaba tan tranquila que me di el lujo de ver una película en la computadora de mi oficina, hasta que escuché el característico silbido que hace Jairo cuando necesita hablar conmigo. Al escuchar el chiflido, le puse pausa a la movie –que iba a más de la mitad–, me puse de pie y me dirigí al área de celdas. Jairo estaba sentado sobre el muro que le da privacidad al escusado: ése por el que se vio que el Chapo de pronto desapareció. Al verme, Jairo dio un salto hacia el suelo y se dirigió al enrejado. Me saludó de mano por segunda ocasión en mi turno. Lo noté impaciente.

–¿Qué onda, Jairo? –le dije.

–Oiga, Lic., es que necesitaba hablar con usted.

–¿Qué fue?, dime.

–Es que le tengo que confesar algo, pero no quiero que le diga a nadie ni que me lo vaya a tomar a mal ni que se vaya a enojar conmigo.

–Ya me intrigaste, ¿qué pasó?

Jairo me observó dudoso, con una risa nerviosa y las cejas arqueadas. Quizás pensó que por sus palabras creí que me confesaría su culpabilidad o complicidad en el delito del que se le acusa, pero ni por la cabeza me pasó esa idea. Después de unos segundos, Jairo lo soltó.

–La semana pasada, ¿se acuerda que vi a mis papás y a mis carnalillos en la sala de espera?

–Sí, ¿por qué?, ¿qué pasó? –empecé a impacientarme debido a la curiosidad.

 –Pues es que ese día mi mamá me dio un celular envuelto en el periódico, para que pudiera mensajear con mis carnalillos y con mis amigos.

Me quedé inmóvil. No pude articular una sola palabra. La imagen positiva que me había creado de nuestra relación confianza-respeto, maestro de dibujo y crucigramas-alumno, se derrumbó en segundos. Sentí una mezcolanza de rabia, decepción y tristeza. Un "Eres un pendejo, por confiado" me retumbó en las paredes del cráneo. Imaginé a toda la gente que conozco, diciéndome: "Esa gente así es: les das la mano y te agarran el pie". Noté cómo Jairo trataba de descifrar mi rostro en silencio, por lo que intenté controlar la marejada de emociones que me invadía. Lo único que pude hacer fue sonreí forzadamente, soltar un "¡Pfffff!" y una risa falsa, como si su acción me pareciera indiferente. Jairo se sintió en terreno seguro al ver mi reacción, y prosiguió hablando con soltura.

–No le había dicho porque me daba pena, porque sabía que lo podía meter en algún problema, por eso quería esperar al viernes, para devolverle el teléfono a mi mamá.

–No hay bronca. Nomás que no te lo vayan a ver –le dije–. ¿Dónde lo tienes?

–¿En serio no hay bronca?

–No. ¿Dónde lo tienes?

–Atrás del escusado. Envuelto en el periódico.

La sangre me hervía, los brazos me hormigueaban; pero seguía disimulando calma.

–Igual y mejor dámelo, para guardarlo en mi oficina, y te lo paso en las noches, para que no te lo vayan a cachar y nos metamos en un pedo grande.

Jairo asintió. Se dirigió presuroso detrás del muro del escusado, se agachó, sacó el periódico con el celular envuelto y me lo extendió como siempre me lo extiende para hacer el crucigrama:

–¿Me lo podría poner a cargar?

Tomé el periódico con el celular dentro y le dije:

–Vete a la chingada, cabrón. Abusaste de mi confianza. Bastantes consideraciones he tenido contigo y así me jodes.

–No, Lic., es que… Le pido una disculpa, Lic., pero es que…

–¡A la chingada! No vas a volver a ver a tu familia en la sala de espera. Todas las visitas van a ser a través del vidrio. Y si me dicen que tus hermanos no pueden pasar por ser menores de edad, no van a pasar. Ya no voy a interceder por ti para que tengas privilegios. Te mamaste, Jairo.

–Sí, Lic., yo sé que abusé y…

–Me chingaste, Jairo. Me lo hubieras pedido por la buena y ya veía yo cómo le hacía. Pero así no. Por esto me pueden chingar y por esto te puedes empinar tú –me di la media vuelta y regresé a mi oficina con un nudo en la garganta. A mis espaldas, Jairo balbuceaba: "Lic., venga, por favor... Lic...".

No pienso echarlo de cabeza. No le he dicho nada a nadie del trabajo. No por miedo a que me corran, sino para no perjudicarlo. Y si me corren, ya no me importa. A veces siento que es inútil seguir siendo humano en un ambiente deshumanizado. Los que pierden son ellos, no yo. Yo no voy a cambiar para hacerme como ellos creen que uno debe ser en estos ambientes.
Aquí tengo el celular en un cajón. Se lo voy a entregar a la mamá de Jairo cuando venga, sin decir una palabra. Quería pensar y actuar distinto al común denominador para cambiar la imagen que se tienen de las instituciones –"En vez de criticar desde una computadora, haz algo desde adentro"– pero las circunstancias obligan a uno a comportarse como el común denominador. Y eso no me gusta. No aporta nada. No soy así ni puedo ser de otra forma. Pero tal vez no necesitan que alguien aporte algo positivo ni sea "distinto", sino que todo siga igual, como ha sido por años.

Escucho desde mi oficina el silbido insistente de Jairo desde el área de celdas. Me pongo de pie, cierro la puerta con seguro y vuelvo a mi lugar para teclear esto.

viernes, agosto 21, 2015

Monterrey 2020

Vancouver trae un proyecto muy interesante llamado Greenest City 2020. Es un plan a cinco años que pretende hacer de esta ciudad la mejor para vivir en el mundo, todo mediante acciones ligadas a "lo verde": edificios verdes, transporte verde, trabajos verdes, huertos urbanos, energías alternativas, manejo de desperdicios, reducción de emisiones, etcétera. 

Una de las cosas que se busca con este ambicioso proyecto es que la mayoría de los ciudadanos se mueva a pie, en bicicleta o en transporte público, pues Greenest City 2020 pretende que se dependa lo menos posible de los combustibles fósiles, dándole prioridad a las "energías limpias" y a un estilo de vida saludable y en armonía con el medio ambiente. Si de por si Vancouver es una ciudad arbolada y consciente de su entorno natural, con este proyecto se busca plantar 150 mil árboles más, para así tener "el aire más limpio respirable en una gran ciudad". También se procurará reducir en un 50% los deshechos materiales y que todos los vancuveritas estén a, mínimo, cinco minutos de algún parque, bosque o área verde. Suena chingonsísimo, ¿no? Menciono sólo algunos de los puntos que llamaron mi atención de esta iniciativa, pero aquí les dejo el link del proyecto para que lo lean completito.

Y ahora les pregunto: ¿cómo creen que estará la ciudad de Monterrey en el año 2020? Yo, la verdad, y no es por ser pesimista, pero la veo peor que nunca. Devastada, sucia, saqueada, con el doble de pobres, el doble de fraccionamientos, el doble de coches, el doble de calles, el doble de idiotas, el doble de deuda y el triple de problemas. Pongo este ejemplo de Vancouver porque en verdad me preocupa voltear a ver mi ciudad -quesque rica, quesque empresarial y quesque de gente trabajadora- y no verle un futuro ni prometedor, ni verde, ni limpio, ni civilizado, ni próspero, ni nada. Estamos a años luz de ser un lugar con calidad de vida ejemplar. Es más: ni siquiera sabemos qué es calidad de vida.

Que más del 50% de los regiomontanos pudieran trasladarse a pie, en bicicleta o en transporte público a cualquier parte, es impensable. ¡Ni lo mande Dios! Eso es de pobres. ¿O acaso el gobierno pretende que todos nos hagamos pobres, como en Vancouver? Aquí en Nuevo León se apoya a empresas extranjeras del ramo automotriz para que vengan a invertir y a generar empleos, y así fomentar el uso del automóvil mediante créditos accesibles para que todos podamos hacernos de un coche y así construir más calles y más avenidas y más estacionamientos y más OXXO Gas y más Petro 7, pues así se generan más chamba y eso es sinónimo de progreso y modernidad y de riqueza; no andar a pie, en bicicleta, en camión o cultivando frutitas en los parques: ¡como pinche pobre!

Aquí en Monterrey se construyó un estadio de futbol -¡el más moderno de Latinoamérica!, híjoles, kemosión- sobre el último bosque urbano existente, sólo para que 22 millonarios pateen una pelota frente a 50 mil jodidos que mantienen millonarios a esos 22 y a otros cuantos.
También aquí se acostumbra gastar medio millón de pesos al día en transportación aérea, porque ¿quién dijo que nuestro estado -¡y mucho menos nuestra ciudad!- es pobre? Pobre Vancouver, que anda sembrando arbolitos como hippie y alentando con infraestructura a la gente para que camine y ande en bicicleta. Aquí en Monterrey podrá no haber una sombrita de árbol para resguardarse del sol, pero podemos darnos el lujo de que nuestros representantes se muevan en aeronaves.
Foto de El Norte
En fin. Mejor ya ni le sigo porque ya troné el medidor de sarcasmo, y, aparte, es viernes y no me quiero encabronar. Lo único es que sí creo que para el 2020 Monterrey se parecerá más a Burkina Faso y a Sierra Leona que a Vancouver. Es más: ni siquiera le llegará a los talones a Guadalajara. Y eso es muuuy triste. Aquí "calidad de vida", "proyecto ambicioso", "riqueza" y "primer mundo" siempre han tenido otro significado. Uno muy torcido. 

lunes, agosto 17, 2015

Uber

Un amable lector de este espacio me platicó por correo electrónico su experiencia trabajando para Uber. Aquí se las comparto con su autorización, para que conozcan un poco más sobre esta empresa. Aparte, quiero que lo lean porque creo que su relato es un fiel reflejo de lo que sucede en el triste ámbito nacional, y las ideas que pueden propiciar cambios positivos en la mentalidad y en el actuar de los mexicanos:

Hola Guffo. Disculpa la tardanza, es que no había tenido chance de revisar mis correos.

Te cuento rápido: la empresa donde trabajaba recortó personal debido a la inseguridad en el norte del país (los principales clientes eran/son PEMEX, CFE, Sistemas de Aguas y las oficinas de Catastro de los diferentes estados del país). Yo era técnico fotogrametrista y mi trabajo consistía en ubicar físicamente puntos topográficos sobre fotografías aéreas, medirlos con un GPS o dron y posteriormente procesar la información para convertirla en un mapa digital y así crear una red geodésica.

Entré a Uber en enero de este año, luego de buscar -sin mucho éxito- otras opciones relacionadas con lo que yo hacía. La verdad es que los sueldos raquíticos y las pocas oportunidades de crecimiento en los lugares donde busqué me motivaron a tomar esa decisión. 

No me arrepiento. Gano lo mismo que antes y en algunas ocasiones un poco más. No fue fácil, pues Uber te exige que pases por una serie de filtros que van desde un examen de 50 preguntas sobre ubicación y conocimiento de los puntos de interés en el Distrito Federal, (en mi caso), el cual debes pasar con al menos el 90% de respuestas correctas para continuar con el proceso de certificación como conductor, el cual consta de un examen psicológico, un examen psicométrico, una plática-entrevista con una psicóloga, un examen teórico-práctico de manejo y, por último, si pasas esos cuatro filtros, un examen toxicológico; además de presentar una carta vigente de no antecedentes penales, sin mencionar que no debes tener tatuajes ni perforaciones y mostrar una presentación aceptable (bañado, cabello corto, rasurado) al momento de brindar el servicio (traje y corbata), pues cuando un usuario solicita el servicio, aparece el nombre y la fotografía del conductor que te dará el servicio, su calificación en estrellas así como el modelo y las placas del automóvil que conduce, pues todos tus documentos están disponibles para consulta en el portal de Uber (IFE, licencia, carta de no antecedentes penales, fotografía tomada por Uber y comprobante de domicilio)

La política de Uber es tan estricta que te dan de baja si alguna usuaria se queja de que la miras con morbo o intentas ligarla; si les llamas después de dejarlas sin ninguna razón que no sea relacionada al servicio e, incluso, por negar el servicio a personas con discapacidad (de cualquier tipo) y/o que viajen con sus mascotas. Uber es "Pet Friendly": tiene cero tolerancia con este tipo de actitudes mencionadas.
Cada viaje eres calificado por los usuarios mediante estrellas y si no mantienes una calificación de al menos 4.7 estrellas, Uber te deshabilita una semana donde no puedes conducir y debes asistir a un curso, y si tu calificación no mejora, de plano te dan de baja. Los conductores deben bajarse del auto para darte la bienvenida, abrirte la puerta al abordar y descender del vehículo y mostrarse amables y atentos en todo momento. A grandes rasgos, eso es lo más importante. Los mayoría de los vehículos son del año y deben contar con :seguro de cobertura amplia (el dueño debe estar dado de alta en hacienda), botellas de agua de cortesía, paraguas, dulces, aire acondicionado, Chip TAG para usarlo en las autopistas urbanas, radio con entrada auxiliar para que el usuario ponga su música si así lo desea, deben estar limpios (lavados) y libres de olores extraños (aromatizante); además de que está estrictamente prohibido fumar dentro de un Uber.

Te menciono algunos otros puntos:

-Cuando te registras en la plataforma, tu primer viaje es gratis.

-Si por alguna razón el conductor te lleva a propósito por una ruta diferente o se pierde, tienes derecho a solicitar un "ajuste de tarifa", para que se te haga el cargo correctamente.

-Si olvidas algún objeto, puedes contactar al conductor o ir directamente a las oficinas a preguntar si el conductor devolvió el objeto olvidado. Si Uber sospecha que el conductor se lo apropió de manera indebida, puede aplicarle el polígrafo y, si lo considera necesario, el socio y/o conductor deberán reponer el objeto perdido por uno igual o con las mismas características.

-Los conductores pueden negar el servicio a usuarios que estén en avanzado estado de ebriedad o que muestren un comportamiento indebido, además de solicitar "tarifa de limpieza" en caso de que el usuario derrame alguna bebida o vomite dentro del vehículo.

-Los socios (propietarios de los vehículos) deben realizar también el proceso de certificación, pues en primera instancia Uber los considera como primeros conductores del vehículo; posteriormente, ellos deciden si contratan a sus propios conductores.

Saludos y que tengas excelente semana, un abrazo.

Después, para que corroborara que no estaba exagerando con las estrictas políticas de la empresa, mi lector me mandó un correo que le envió Uber sobre una situación que tuvieron con una persona con discapacidad. Aquí la captura de pantalla del correo. 
Ahora se imaginarán por qué están tan encabronadas con Uber las mafias que controlan los taxis.

El único "pero" que le pongo a Uber es eso de no contratar personas con tatuajes o piercings. Está medio arcaico. Todo lo demás me parece muy bien. Ojalá perdure. 

lunes, agosto 10, 2015

Barberías: el nuevo mame del año

Como si no fuera suficiente con los productos orgánicos, los restaurantes veganos, los food trucks, las cervezas artesanales, los mezcales gourmet, los gimnasios de crossfit y los negocios que empiezan con "La" y terminan en "ría" -La Lonchería, La Charcutería, La Tequilería, La Hamburguesería, La Chilaquilería-, llegan las barberías. Sí, las barberías son el mame más reciente del siglo.

El mítico "Tengo una banda de rock" fue mutando poco a poco hasta convertirse en el "Tengo un barecito", para seguir evolucionando hasta llegar al "Tengo un negocio de tatuajes", pasar por el "Tengo una marca de cheve artesanal", transformarse en el "Tengo un food truck" y culminar en el "Tengo una barbería". 

Y así como empezaron a salir programas televisivos sobre chefs, tatuadores, remodeladores de bares, dueños de casas de empeño, gordos que quieren adelgazar, camioneros que manejan en la nieve y pendejos que compran tiliches en bodegas olvidadas, no dudo que pronto tengamos una serie de televisión  (o igual y ya existe y yo ni en cuenta) que convierta a los barberos en los nuevos rockstars. Y por mí está bien; por mí se la pueden arrancar. 

Pero me llama la atención el reciente boom de estos lugares. Me llama la atención porque conozco a varios novedosos -ahora clientes asiduos de estas mentadas barberías- que no hace mucho tiempo tenían prejuicios bien cabrones sobre que un hombre les agarrara la cabeza y les cortara el cabello (sí, en pleno siglo XXI y en la moderna ciudad de Monterrey). Estos güeyes no iban a estéticas donde hubiera hombres porque de seguro eran "jotitos". Y pues bueno, muchas veces sí lo son, pero por mí está bien; por mí se la pueden arrancar, pero estos güeyes eran de que: "¡¿Cómo voy a permitir que un jotito me acaricie el cabello?! ¡Mucho menos que me agarre el rostro y me acerque el suyo para delinearme la barba!". Sí: tal cosa la consideraban una agresión a su virilidad. Y como que las barberías han venido a borrar un poco este tabú/trauma/fobia/prejuicio que -creo yo- comenzó con el surgimiento de las escuelas de belleza y las estéticas, que fue algo así como "la modernización" o "diversificación" de las barberías tradicionales.

¡Holis! 
Pero lo más curioso es que estos novedosos que ahora frecuentan las barberías modernas, antes no iban a las barberías clásicas. De hecho, las barberías más representativas de la ciudad de Monterrey han ido desapareciendo, snif. Lo que me dice que muchos clientes de estos lugares "revividos" son personas que actúan en base a moditas pasajeras -como la mayoría de los regiomontanos promedio-; y pues, qué triste, deveras, porque al rato también van a desaparecer estos negocios, como lo hicieron las peluquerías típicas.

Como paréntesis: recuerdo con cariño la peluquería -con su cilindro azul, blanco y rojo que giraba y toda la cosa- donde de niño me cortaba el cabello; ahí por la colonia Vista Hermosa, en un segundo piso. Pancho, el peluquero, me decía: "Si te mueves te mocho la oreja, cabrón", y yo mantenía el cuerpo rígido. De repente, Pancho me pasaba el borde sin filo de la navaja por detrás de la oreja y me decía: "¡Ándele, cabrón, casi se la mocho", y se reía al ver que se me saltaban los ojos, aguantaba la respiración y más rígido ponía el cuerpo.

(¡Ay, qué bonita historia, Guffo, casi lloro!).

Volviendo a lo de los prejuicios sobre que un hombre le dé mantenimiento a nuestros pelos: como que ahora con este concepto de barberías modernas buenaondita donde hasta puedes chupar alcohol, es distinto. Ahora los hombres muy hombres se dejan que otros hombres muy hombres, barbones, tatuados, con chalequito, corbata y pinta de malandro rehabilitado -al parecer ése es el requisito para trabajar en uno de estos lugares- les acaricien el rostro, se los masajeen, les pongan pomadas, bálsamos -¡qué palabra más maricona!- y les pongan toallitas calientes en sus delicados rostros; les vendan peinecitos y lociones y tratamientos para el cuidado de sus pelos faciales. Lo que nunca. Y por mí está bien; por mi se la pueden arrancar. Yo nunca he tenido pedos con que un hombre muy hombre o uno muy femenino me corte el cabello o me rasure. Mucho menos si es una chichona guapa :)

Somos bien malotes y, sobre todo, ¡bien hombres!
De hecho, este fenómeno del resurgimiento de las barberías me llama la atención precisamente por eso: porque el hombre se está haciendo vanidoso gracias a su barba. Como que el hombre que se cree muy hombre siempre ha tenido miedo a ser vanidoso; o al menos a exteriorizar su vanidad. El hombre muy hombre ve a la vanidad con rescoldos de feminidad. Ser vanidoso es ser femenino. Es como comer ensaladas: si te las comes con un rib eye de dos pulgadas o sobre una pizza, pues te sientes menos mujer. Y sí: como que el hombre muy hombre tenía miedo a ser vanidoso, pero en su barba encontró la manera de serlo sin culpas. Con este fenómeno "reciente" de las barbas largas y las barberías, la ondita retro/elegante que manejan, los productos de grooming y mamadita y media, el hombre muy hombre puede darle vuelo a su vanidad sin dejar de sentirse muy hombre. ¡Qué belleza! ¡Aplausos!

Sí, las barberías no son nada nuevo, pero resulta que ahorita están de moda. De hecho, supongo que muchas barberías legendarias desaparecieron porque nunca se modernizaron; porque nunca le entraron a la fantochada ésa de cambiar las batas blancas por los chalequitos, los tirantes y las corbatitas o moños, que, al parecer, es parte del encanto mamador de estos nuevos templos de hombría, ¡ahijuesupinchimare!

Y ya para terminar: el otro mame; ése sobre que si son lugares exclusivos para caballeros y sólo hombres pueden laborar en ellos. Pues yo creo que es como en las cantinas en las que no trabajan mujeres ni dejan entrar mujeres. No es pedo machista ni misógino ni tiene que ver con la igualdad de géneros ni es para que se encabronen las feminazis. Por eso: ¡paren su mame, plis! Así como hay espacios y tiempos para puras mujeres -sus mentados Martecitos, Juevecitos, despedidas, babyshowers, etc.-, así los hombres requerimos de espacios y tiempos para estar con puros hombres. Tampoco es nada homosexual. Es simplemente tener un espacio sin viejas. Punto.

Y pues bueno, desde hace rato que quería escribir sobre este tema. Sólo falta ver cuánto durará el mame de las barberías. La neta espero que, como todo buen mame y buen negocio, perdure, y no sea sólo una llamarada de petate. 

jueves, agosto 06, 2015

Dos interesantes artículos sobre el Estadio BBV Bancomer

Un excelente escrito autoría de  Federico Compeán, quien habla sobre la frágil identidad prefabricada del regiomontano promedio: Monterrey y su infantil identidad.

Y otro artículo escrito por Víctor Esparza, llamado: Estadio BBV Bancomer: premio al crimen ambiental de la década, en el que  menciona mi post anterior, por lo cual agradezco mucho. 

Buen jueves.