miércoles, septiembre 30, 2015

Meditación de miércoles

Hay un fragmento en la célebre novela No es país para viejos, del escritor estadounidense Cormac McCarthy, que me marcó como pocas frases de libros me han marcado. De hecho, creo haberla compartido en este espacio un par de veces. Es una reflexión tan certera acerca de la decadencia de las sociedades actuales, que me provoca tristeza y escalofríos releerla. Es una cavilación del sheriff Ed Tom Bell, personaje principal del libro, que describe de manera contundente esta degeneración social, y, al mismo tiempo, devela la razón y posible solución al problema; solución que, de tan sencilla, pareciera una fantasía. Aquí el fragmento del libro: 

Me parece saber hacia dónde vamos. Nos están comprando con nuestro propio dinero. Y no son sólo las drogas. Hay por ahí fortunas acumuladas de las que nadie tiene ni idea. ¿Qué pensamos que va a salir de ese dinero? Un dinero que puede comprar naciones enteras. Ya lo ha hecho. ¿Puede comprar este país? Lo dudo. Pero hará que tengas tratos con quien no deberías... Narcóticos siempre han existido. Pero la gente no decide drogarse así porque sí. A millones. No tengo respuesta para eso. En concreto no tengo una respuesta que me dé ánimos... Todo se origina cuando se empiezan a descuidar los buenos modales. En cuanto dejas de oír Señor y Señora el fin está a la vuelta de la esquina.

Retumban en mi cabeza las dos últimas frases: Todo se origina cuando se empiezan a descuidar los buenos modales. En cuanto dejas de oír Señor y Señora el fin está a la vuelta de la esquina. Me inquieta esto último hoy más que nunca, cuando la gente se sorprende de que llegue un convoy de la policía a su "barrio bien" y se lleven detenida a la vecina que acaba de acuchillar a sus tres hijo. Me perturban estas dos frases hoy más que nunca, cuando una caravana del ejercito irrumpe en una "colonia buena" para llevarse a un un grupo de hombres relacionados con actividades criminales. Y me pregunto: ¿qué les sorprende, si ni los "buenos días, vecino" dan?

Vivimos entre delincuentes y ni cuenta nos damos. Podré parecer inocente, pero le doy la razón a McCarthy. En una sociedad donde no se han perdido los buenos modales, se respetan la reglas mínimas de convivencia social, y la amistad y la confianza están bien cimentadas, no hay cabida para este tipo de personas.

¿Y saben qué es lo más curioso?: que si estos parásitos tuvieran un poquito de cerebro, la civilidad podría servirles de disfraz. 

martes, septiembre 22, 2015

Agradecimiento

Muchas gracias a Carlos L. Malo, del periódico El Norte, por dedicarle la última página de la sección dominical, Los Monitos, a mi trabajo:

martes, septiembre 15, 2015

El arte de comer mierda

De seguro han escuchado la frase que dice: "La política es el arte de comer mierda sin hacer gestos". A veces hay quienes la complementan con: "... y pedir que te sirvan más a puños".

De cualquiera de las dos formas, la frase es patética, pero aumenta su nivel de patetismo cuando viene de la boca de alguien que se dedica, precisamente, a la política.

Me ha tocado escuchar amigos y conocidos, metidos en algún partido o buscando algún puesto de elección popular, repetir este aforismo sin reparo; y pues, qué triste, ¿no?

Será que no me imagino a alguien refiriéndose a su profesión, vocación o pasión como "el arte de comer mierda". ¿O se referirían ustedes a lo que hacen de esa manera? Vamos, ni los buzos del drenaje profundo se expresan así de su trabajo.

También me pregunto si en otras latitudes -Noruega, Dinamarca, Holanda, Argentina, Brasil-, quienes hacen política, se refieren así a ésta, o esa sentencia la aplican nada más aquí en México.

A lo que voy es: ¿cómo no va a ser la política una cagada si hasta quienes la ejercen piensan que lo es? ¿Cómo no va a ser una mierda si hasta quienes la practican piensan que es un acto hipócrita y repulsivo?

En lo personal, esta máxima nunca me ha parecido del todo cierta, pues pocas veces hemos visto políticos tragando mierda, pero sí infinidad de ciudadanos tragándose la que estos les avientan.

¡Viva México!

miércoles, septiembre 09, 2015

¡Aguas con el agua!

Pues resulta que a final de cuentas el mentado acueducto Monterrey VI no se llevará a cabo, según palabras del Bronco, gobernador electo en el estado de Nuevo León.
En lo personal, este proyecto millonario siempre me pareció absurdo, caprichoso, peligroso y sospechoso; pero bueno, habrá quienes sigan teniendo sus razones para defenderlo.
Que si el fracking, que si el gas shale, que si el costo de operación, que si el impacto ambiental, que si el desabasto de agua... Ya uno no sabe ni a quién creerle; pero si ustedes, flamantes lectores, están más empapados del tema y tienen más información fidedigna que este servidor, agradecería sus comentarios y opiniones.
A lo que voy es que me llama la atención quienes defendían y justificaban este proyecto ondeando la bandera de "la carencia de agua".

Desde que tengo memoria, Nuevo León tiene pedos con el abastecimiento de agua, a pesar de tener ¡tres presas! Cerro Prieto, Rodrigo Gómez y El Cuchillo para satisfacer tal demanda. Pero pareciera que no son suficientes, pues siempre ¡siempre! hace falta "el vital líquido" como lo llaman los reporteros mamilas, siempre hay recortes, siempre hay sequías y siempre estamos al borde de un árido cataclismo.

Por un lado, podría parecer lógica esta escasez, pues somos una ciudad en donde se producen desde hace más de 100 años cosas que requieren de un chingo de agua: cerveza, agua mineral, refrescos, vidrio, plástico, cemento, acero, celulosa, etcétera; productos de los que por cierto nunca me he enterado que haya un desabasto o una reducción en su producción por falta de agua; y, que yo sepa, el agua que requieren la adquieren aquí, no en Veracruz, Tabasco o el Caribe.
Por otro lado, lo obvio sería que, siendo un territorio con este tipo de pilares económicos, el agua brotara a borbotones, ¿no? Y pues sí: dicen los que saben que Nuevo León tiene agua pa´aventar pa´rriba en el subsuelo, pero le pertenece a las empresas desde hace años y nomás por sus huevos.

Si se fijan, verano tras verano bombardean al ciudadano común con campañas televisivas y radiofónicas para que "ahorre" agua. Y no es que esto esté mal, pero pareciera que nosotros, quienes limpiamos el cepillo de dientes bajo el chorro del lavabo y no en un vaso con agua, somos los culpables de tan alarmante carencia.

Si fueron niños, jóvenes o adultos en los años ochenta, recordarán una exitosa campaña televisiva para el cuidado del agua. Era tan pegajosa como la del "Ándale, así sí" que les tocó a los millennials, pero ésta tenía como personaje principal a un simpático gordito hijo de uno de los Polivoces– que regañaba a su criada gritándole: "¡Amandaaa: ciéeeerrale!". De hecho, si querías bullear a un gordo en aquella época, le gritabas: "¡Amandaaa: ciéeeerrale!", y hacías un ademán con la mano, como si cerraras una llave.

Recuerdo otra campaña creo que ésta sí era local en donde aparecía un güey bañándose en friega, con la obertura de la ópera Guillermo Tell de fondo. El tipo cerraba la regadera, se ponía una toalla en la cintura, bajaba las escaleras corriendo y salía a la calle, donde lo esperaba una multitud aplaudiendo entusiasmada detrás de una especie de "Meta", mientras un hombre trajeado algo así como un juez observaba su reloj de muñeca y decía que el recién bañado acababa de imponer un nuevo récord. La campaña "retaba" a la gente a bañarse en menos de cinco minutos.

Neta que tanta campaña para cuidar el agua llegó a provocar en mí mucha ansiedad. Me angustiaba que en mi casa llenaran una cubeta para trapear y el agua comenzara a desbordarse; me angustiaba ver que la mamá de algún amigo de la cuadra regara la banqueta, o ver que algún tinaco de alguna azotea estuviera chorreándose. Neta que me angustiaba mucho. Pensaba que el agua se iba a acabar y moriríamos todos de sed al día siguiente. Supongo que al provocar esto en mi persona, las campañas fueron exitosísimas, pues me hicieron un ciudadano consciente y aterrado sobre lo importante que es cuidar el agua.

Y aclaro: para mí eso está muy bien, pero: ¿y las empresas, apá? Nunca ¡nunca! he visto una sola campaña sobre el cuidado del agua dirigida a las empresas que han acaparado este recurso por sus purititos huevos (tal vez por lo mismo: porque el agua "es de ellos" y pueden hacer con ella lo que quieran y que los ciudadanos se jodan).

Pero bueno: espero que esto de la cancelación del acueducto Monterrey VI sea para el beneficio de todos; sobre todo, para los ciudadanos comunes y el tan vapuleado medio ambiente. Y si nos va mal y se acaba el agua, ¡no importa!, que al cabo hay un chingo de refrescos y cerveza para beber, ¿no?