miércoles, abril 29, 2015

Don Elenito

Hace algunos días fuimos a desayunar a un restaurante “de tradición” en la ciudad de Monterrey. Confieso que es un lugar que siempre me ha caído gordo porque, por lo regular, el estacionamiento está lleno de camionetotas con guaruras que se estacionan donde se les pega su chingada gana; pero, supongo, esto sucede porque la desigualdad, la soberbia y la falta de civismo también se han vuelto tradición en la ciudad de Monterrey. 

Acepto que la comida del restaurante no es mala –quizás un poco cara–, pero el ambiente, las contadas veces que he ido, me ha parecido tenso. Si volvimos ahí después de tantos años fue porque era el lugar más cercano de donde teníamos una cita.

Para nuestra suerte, ese día a esa hora, el lugar se encontraba casi vacío, por lo que no tuvimos que lidiar con las miradas sospechosas de los guaruras. Entramos y de inmediato tomamos una mesa.
De la mesa de enfrente, un hombre de unos 70 años, calvo, de anteojos y cuerpo robusto, se puso de pie y se dirigió hacia nosotros. Del pecho hinchado le colgaba un gafete que decía con letras grandes “Eleno” (¡Aaaawww!). Eleno era el mesero; y fue entonces, amiguitos y amiguitas, que comenzó mi pesadilla gastronómica, snif.

–Buenos días. Le encargo por favor dos jugos de naranja, un plato con fruta y un machacado a la mexicana.

–Ok. Un buffet para usted. ¿Y para la señora? –respondió en automático el regordete septuagenario. Ni siquiera nos miró de reojo; ni a nosotros ni a su libretita de notas.

–No –le dije–: los jugos, el plato de fruta y el machacado es todo lo que vamos a pedir.

–Por eso: lo puede tomar del buffet. ¿Para la señora qué va a ser? –insistió.

–A ver –le dije–, creo que no me está entendiendo: dos jugos de naranja, un plato con fruta y un machacado a la mexicana es lo que vamos a desayunar.

–¡Por eso: es un buffet! –me dijo en tono golpeado, el pinche viejo.

–Ok. Apúnteme un buffet y de ahí comemos los dos –respondí.

–¡Nooo!, ¿cómo?, ¡eso no se puede hacer, mi señor! –rebusnó don Elenito, espantado.

–¿Entonces cómo le hacemos si nada más quiero dos jugos, un plato con fruta y un machacado?

Entre más intentaba explicarle a don Eleno que no queríamos dos buffets porque no queríamos excedernos con la comida, más necio se ponía el pinche viejito nefasto. Me callaba con la mano extendida y me decía que lo dejara explicarme. "¿Me permite?, ¿me permite?", decía. Hasta un mesero se acercó y le dijo: "¡Ya, Eleno: dale al señor lo que te pidió!", pero el viejo estaba aferrado a que quien no entendía era yo. "¡Permíteme tú también!", le espetó al otro mesero, con la mano extendida.
La neta no me gusta hacer escenitas de ésas de que me paro y me voy y esas mamadas, pero poco me faltó para hacer una. Y no por chiflado o mamón, sino porque mi tolerancia con los pendejos ya es mínima. Me duele mucho desperdiciar mi tiempo en lugares y personas con las que no me siento a gusto. Lo que me detuvo fue pensar en la edad del hombre; en que íbamos a tener que buscar otro lugar para desayunar apresuradamente y ¡qué hueva!; en imaginar que don Eleno era uno de esos meseros antiguos que están chiflados por los clientes y por el dueño del establecimiento. Y pues lo dejé que hablara:

–Entienda que le sale más barato pedir dos buffets que pedir a la carta, señor –me dijo Elenito.

–Entienda que no quiero dos buffets. Entienda que quiero que me traiga lo que le pedí y ya. 

–¡Es que no me entiende!

–El que no me entiende es usted, señor.

"¡Dale al señor lo que te está pidiendo, Eleno!", le repitió el otro mesero. Don Elenito bufó, se fue caminando hacia una computadora cerca de la cocina y a los dos minutos regresó con un ticket impreso:

–Mire, señor: si compra dos buffets son $330 pesos; si le traigo lo que me pidió son $280 pesos. Por $50 pesos más tiene dos buffets.

–No quiero dos buffets. Tráigame por favor lo que suma $280 pesos.

–¿Y más lo que pida su señora? ¡Van a sumar otros $280 pesos! ¡Mejor pida dos buffets!

Busqué con la mirada los ojos del mesero sensato. Me sentía rendido, derrotado ante la nula capacidad de entendimiento de don Eleno. Con un gesto le dije al otro mesero: "Usted sí me entendió, ¿verdad?". El hombre, apresurado, sacó su libretita y me tomó la orden. Don Elenito nomás se me quedaba viendo con cara de "Este pendejo va a pagar de más". Llegaron los platillos que habíamos ordenado a los cinco minutos. A lo lejos, don Elenito seguía discutiendo con el mesero razonable.

Si antes me cagaba ir a ese lugar, ahora tengo un motivo más para no volver a pisarlo jamás.

lunes, abril 20, 2015

Para quienes no pudieron asistir...

...éstas son las 25 ilustraciones que estoy exponiendo en la galería de La Madriguera (dar click en cada dibujo para verlo más grande). La muestra durará hasta el 17 de mayo. Les recomiendo ir en domingo, porque es cuando está el corredor del arte del Barrio Antiguo y hay más cosas para ver, comer, beber, aprender y comprar. Si les gusta algún dibujo, mándenme un correo a guffo76@hotmail.com. Yo no los vendo. En el lugar sí están vendiendo impresiones seriadas porque es una manera de apoyar la existencia -y permanencia- de recintos como éste, que no abundan en la ciudad. También están a la venta unos cuantos ejemplares del Escuadrón Retro y, por una cuota voluntaria, pueden adoptar encinos. Espero les gusten mis dibujos:




viernes, abril 17, 2015

Mi primera exposición

No me gusta el término “artista”. Me suena algo rimbombante y, al mismo tiempo, medio ambiguo e injusto, pues creo que muchas veces el mote le queda chico a algunos y muuuy grande a otros. Yo me considero dentro del segundo grupo. No es falsa modestia, ni humildad, ni "hacer menos mi trabajo"; es simplemente conocer las limitaciones propias y los alcances que puede tener la palabra en cuestión.

Pero también estoy consciente que, aunque no soy un Santiago Carbonell o un Saul Steinberg, tampoco soy uno de esos farsantes como Damien Hirst, Gabriel Orozco o cualquier expositor de Zona Maco, que exhiben sus cabezas de ternera con moscas, sus cajas de zapatos vacías, sus cubetas de colores con agua o su palo de escoba metido en una llanta mientras se forran de fama y dinero de incautos que consideran sus mamarrachadas “arte”.

Siento que lo mío es más honesto. Por eso quiero invitarlos a mi primera "exposición individual"; que también me suena medio mamón el término, pero bueno: eso es.
Lo mío no sé si sea arte. Prefiero llamarlo “dibujitos”; lo que disfruto hacer desde hace mucho tiempo. La exposición es una selección de dibujos que hice de acuerdo a mis intereses, capacidad creativa y algo de talento. No pretendo venderlos en miles de millones de pesos ni hacerme famoso, sino invitar a la gente a la reflexión y a la acción. Son veinticinco dibujos sobre árboles y edificios. Son veinticinco impresiones en vinilo adherido a trovicel que reflejan la lucha eterna y desigual entre la naturaleza y el progreso; el contraste entre lo verde y lo gris; entre el desarrollo urbano irresponsable y el medio ambiente; es el sueño de buscar siempre el equilibrio que nos permita vivir en ciudades más bonitas y más sanas; entre ciudadanos, empresas y autoridades más conscientes y respetuosos del entorno natural.
La cita es el domingo 19 de abril a las 4 de la tarde, en la calle José Mariano Abasolo #916, entre Diego de Montemayor y Mina, en el corazón del Barrio Antiguo de Monterrey. El lugar se llama La Madriguera.
Para los que me preguntaban por el libro del Escuadrón Retro, saqué una pequeña reimpresión que estará a la venta ese día en el lugar de la exposición, o pueden pedirlo por aquí y se los mando. También habrá algunos souvenirs de producción limitada. La exposición durará un mes, por si no pueden ir el domingo.
¡Saludos!

sábado, abril 11, 2015

Vagones abandonados

Recorro desde muy temprano la autopista que lleva al ejido Las Maravillas. En una parte del trayecto me emparejo con el tren. Los vagones pasan a mi lado cortando la bruma; escandalosos, como una serpiente de acero sin aceitar.

¿Cuánta vida se nos va pretendiendo ser trenes: arrastrando vagones que cargan chatarra en cada estación?

Algunos ni siquiera están conscientes de la cantidad de escoria que van remolcando. Creen que van mirando hacia adelante, pero el peso de esa carga los mantiene mirando hacia atrás.

Recuerda que cada vagón es un posible ataúd; que ese peso desacelera tu marcha y desgasta. Piensa que remolcarlos es como renunciar a tu libertad de acción y pensamiento, a tu paz interior, a nuevos conocimientos y sensaciones.

Por eso me gusta más ver vagones abandonados que convoyes. Furgones pintarrajeados a orillas de alguna carretera, mimetizándose con el paisaje. Cada que veo un coche descarrilado, pienso que alguien -después de una intensa lucha interior- por fin se liberó de algo muy pesado y ahora va cargando sólo lo necesario.

Sólo para eso se mira hacia atrás: para dejar ir todo lo que nos impide avanzar. Bueno: para eso y para encontrar un bonito recuerdo. Pero nada más.

jueves, abril 02, 2015

Lugares sin señal

Bordeando la sierra, a centímetros del precipicio, una cruz blanca en cada curva nos advierte manejar a una velocidad prudente. 
Hay una diminuta capilla a mitad del camino, en medio de la nada, casi adherida a una de las paredes del cerro. Me llama la atención que todas las veladoras están encendidas. Más tarde, en el pueblo, los jóvenes que representan la danza de los chicaleros me explican que son los traileros quienes mantienen las veladoras de la capilla encendidas, como ofrenda de agradecimiento; como guía en su trayecto de regreso. 
Conforme nos adentramos en la serranía, da la sensación de que las verdes paredes fueran a desplomarse sobre nosotros. Huizaches retorcidos floreando de un lado y de otro. Oyameles imponentes. Quisiera tener visión con zoom para apreciar cada detalle que se me escapa: cada insecto, cada lagarto que trepa entre las grietas de las rocas, cada pluma del gavilán agitándose con el viento. 
La entrada al poblado está bien señalizada, arbolada e iluminada, como casi todas las entradas que dan la bienvenida a pueblos modestos. Aunque es el municipio más grande del estado, pareciera un lugar pequeño; limitadísimo en todo lo que a desarrollo humano, económico y sustentable se refiere.
Cinco candidatos de distintos partidos políticos se disputan este lugar. Qué hueva. Se nota que en muchos años no le han hecho un cariñito. Supongo que quien gana la contienda política se queda con el poco dinero que le asignan del presupuesto, porque no veo qué puedan robarle a la gente; si acaso su tranquilidad, pues la riqueza del municipio radica en sus tradiciones y paisajes: sus cerros y su cielo; y he de confesar que me da gusto que la mayoría de ésta permanezca intacta. “Aquí puede andar en bici donde quiera: no hay gente mala”, me dice un lugareño que huele a crudo. Bueno: al menos la tranquilidad también permanece intacta. 
Accedemos al hotel entre calles sin pavimentar y señalamientos impresos en lonas quemadas por el sol. No hay turistas. Le checo el aire a las llantas de las bicicletas y echo un último vistazo a la laguna, antes de que se oculte el sol. La compañía es perfecta. Los silencios son cómodos. No hay señal y, sin embargo, hay señales por todas partes.
El hotel respetó un enorme huizache al momento de su construcción
Si una casa vieja lo entiende, no veo por qué tú no.
Me dieron escalofríos al pasar por aquí.
Enormes yucas frente a iglesia.
Break después de pedalear alrededor de la laguna.
Los chicaleros.
Alabastro modelado por el agua y el viento.
Más alabastro.