jueves, enero 29, 2015

Los ricos también pedalean (o eso dicen ellos)

Me duele admitirlo, pues fui uno de los más entusiasmados cuando me enteré del proyecto, pero, con lo poco que va de la ciclovía en el municipio de San Pedro, puedo pronosticar con premura que el plan será un rotundo fracaso, ¡snif!

Y es lógico, pues: ¿a quién se le ocurre construir más de 100 kilómetros de carriles para bicicleta en el municipio más ricachón de Latinoamérica, donde nadie nunca jamás en su vida color de rosa y pañales de seda ha utilizado una bicicleta como medio de transporte?

Una cosa es usar la bicicleta para ir a todas partes y otra muy distinta, usarla con fines recreativos. Quienes entrenan para carreras o triatlones, dudo mucho que la mentada ciclovía les sea de utilidad; y, todos esos mamertos que pretenden abrazar el estilo de vida de ciudades como Utrecht, Berlín o Copenhague, dudo mucho que su intención vaya más allá de una llamarada de petate. 

Seamos realistas: es el municipio de San Pedro; sus habitantes nacieron en camionetas blindadas con chofer, aviones privados, helicópteros y yates; es más: Santa Clos nunca les trajo bicicletas de regalo porque se fue directo a las cuatrimotos, los bugys y los jetskis. 

Creo que a lo mucho, lo que lograrán con la ciclovía, es que la utilicen algunos padres de familia con sus hijos los fines de semana (y uno que otro hipster que no supera vivir en San Pedro en vez de vivir en Portland o Montreal, snif); pero: ¿bicicletas como medio de transporte en San Pedro? ¡Qué oso!,
Sí, los sampetrinos se sentirán muy de primer mundo, pero nomás para lo que les conviene.

Las ciclovías sirven para reducir la carga vehicular y los costos de movilidad de las personas; sirven para tener ciudades más dinámicas, ciudadanos más sanos, aire más limpio, menos ruido, entre muchas cosas más; no para cumplir el caprichito de un montón de niños ricos que se cree trendy. Sí, yo sé que el proyecto tiene muy buenas intenciones, pero no creo que resuelva algún problema. Al menos no en San Pedro. Y mucho menos en Nuevo León.

A todo esto, me pregunto: ¿por qué no materializan este mega proyectos tan ambicioso, sustentable, ecológico y cosmopolita en los municipios más pobres, donde la gente SÍ camina y SÍ anda en bicicleta?

Porque, ¿a poco no les parece absurdo que a un municipio multimillonario lo quieran modernizar con ciclovías y a los municipios más jodidos pretendan modernizarlos con calles?

¿O ustedes qué opinan?

jueves, enero 08, 2015

Del perdón y esas ondas

Imagino a quienes no perdonan caminando entre pasillos. Van topando siempre con pared, disfrutando los golpes que se propinan, llorando una dulce rabia, incapaces de distinguir las puertas de salida; y, cuando llegan a distinguir alguna, van y se estrellan contra ella por el puro placer de hacerlo. 

Después de un arduo trabajo que creen espiritual –y que muchas veces es sólo tiempo–, algunos lograrán abrir la puerta que por fin los liberará de su dolor, pero insistirán en volver a entrar, quedando atrapados afuera, con su cantaleta de siempre, magnánimos: "Perdono, pero no olvido" uy, no, pues muchas gracias, eh o ese otro estribillo que dice: "Que te perdone Dios, porque yo no puedo". Si  tan sólo supieran que el perdón no tiene nada que ver con seres fantásticos, y que si fueran un poquito congruentes con sus creencias, sabrían que Dios son ellos mismos. Pero bueno.

Pareciera que quienes no perdonan disfrutan del dolor autoinfligido porque no tuvieron suficiente con el infligido por el prójimo, que, en su defensa, también entra en ese proceso existencial de perdonarse a sí mismo; digo, si se quiere crecer como ser humano, pues, contrario a lo que muchos con complejo de víctima creen, ni el dolor ni la culpa hacen que nos sintamos vivos: es la ausencia de ellos la que nos hace vivir aquí, ahora.

Creo que el perdón tiene cierta dosis de insensibilidad, de desapego; más que de olvido. Va ligado al ego. Es un desapego del ego. Por eso a veces es tan difícil perdonar o pedir perdón.

Perdonar no depende de olvidar, sino de recordar el agravio y que éste ya no duela. Por "insensibilidad" no me refiero a volverse indiferente o duro como roca; descarado, cínico o como si se tuviera una caverna de hielo en el pecho. No. Otros dirán que el perdón depende de las circunstancias o del tamaño de la ofensa. Yo digo que el perdón depende del tamaño del ser. Y del tamaño del ego.

Esa insensibilidad la veo como una tranquilidad liberadora, que aflora de la sabiduría que dejan las experiencias, el aprendizaje que ofrecen los errores que no son errores si dejan aprendizaje y el conocimiento de uno mismo. Y esto último da humildad.

El perdón va a la par o más allá, y a riesgo de sonar cursi del amor y la libertad. O quizás se transmuta en ambas cosas. Un amor y una libertad propia y ajena que insensibilizan al ego. Tener conciencia de esto, es saberse finito. O parte del infinito. Depende la percepción que tengamos del mundo.