martes, enero 21, 2014

Pinball

Como la mayoría de los niños, yo también fui muy aficionado a los videojuegos, devoción enfermiza que perdí por ahí de los dieciséis años: cuando descubrí el sexo con animales de peluche. ¡No es cierto! Tenía diecisiete. 

Fue durante mi infancia ochentera cuando comenzaron a aparecer las primeras consolas caseras, cuyas gráficas necesitaban de muchísima imaginación para ver naves espaciales o jugadores de fútbol en donde sólo había cuadros deformes que se movían. Por esta razón –creo yo– una de las actividades más recurrentes de los chamacos de mi generación –aparte de coleccionar calcomanías Rascahuele y llenar Magicuentos– era ir a los centros comerciales a jugar “maquinitas”, término genérico que empleábamos para referirnos a los tragamonedas con palanca y botones dispuestos en lugares públicos y cuyos dibujos superaban por mucho la pedorrencia gráfica de los Ataris e Intellivisions

Me gustaban los arcades (como también se les conoce), pero tenía cierta debilidad por las máquinas de pinball. Me seducía la dinámica del tablero lleno de foquitos de colores, fierros cromados resplandecientes, bandas de hule, zumbidos, rampas y túneles; como si una pequeña ciudad estuviera encerrada en una caja rectangular con tapa de cristal. Se veía tan fascinante todo y a la vez tan rudimentario que sentía que podía construirme un aparato de esos en mi casa, con algunas maderas, alambres, ligas y focos de navidades pasadas, snif.

Y creo que parte del encanto de los pinballs radica en esa sencillez, pero también en que el desempeño y los resultados dependen más del azar, la fuerza de gravedad, la mecánica de sólidos y la ley de elasticidad de Hooke, no de la habilidad del jugador. 

Recuerdo que de niño alucinaba con que hicieran una película en la que un niño de mi edad se metía en una máquina de estas por la ranura de las moneda, y la trama era algo así como la película de Tron y la escena de Cazadores del Arca Perdida en donde Indiana Jones huye de una roca gigante. Como nunca nadie la filmó, pues yo la dibujé en un cuaderno cuadriculado que añoro encontrar... así como añoro el día en que pueda tener una maquinita de pinball en mi casa, snif.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

La parte de la pelicula de niños atrapados en una maquina de pinball me recuerda esto

Anónimo dijo...

Juro que soy mas divertida de lo que PAREZCO

Linda forma de escribir...

Guffo Caballero dijo...

Anónimo: Se me hace que ibas a poner un link pero no me aparece.

Anónimo: ¿Y por qué el sarcasmo? ¿No puedes señalar un error como gente decente?

Anónimo dijo...

El escuadrón retro es la onda! yo tengo el libro :)

Sivoli dijo...

jajajajaja, pinchis anónimos

Master of Doom dijo...

hahahahahaha...che compadre descubriendo tan tarde el sexo furry :P
Ya en serio, yo iba a las maquinitas que estaban al lado del Samborns de Morelos.

Karlos F. dijo...

mmm me hiciste recordar al Tommy de The Who, hace un par de años conseguí la peli, pero por una cosa ó por otra no la he visto, aunque algunos dicen que no me pierdo de mucho. ¿tu la viste? si es así ¿que te parecio?

Por otro lado, ojala algún día aparezca el cuaderno con tu historia, sería muy interesante leerla.

Saludos...

Anónimo dijo...

Y desde cuando el sarcasmo es de gente indecente?

HLMDP dijo...

Oh,Pinball!, en mi pueblo llego uno de Elvira La Dama de la oscuridad. Teníamos que hacer fila para jugar, mientras te entretenías viéndole el escote a su dibujo.

Guffo Caballero dijo...

Uuuuuuyyyy ¡El de Elvira es mítico! Gracias por recordármelo :)

Anónimo dijo...

Si te interesa un pinball en excelente estado y funcionando al 100%, te lo vendo. Es un RESCUE 911 de Gottlieb.

Guffo Caballero dijo...

¿En cuánto lo vendes? Mándame la info a guffo76@hotmail.com. Gracias.