miércoles, abril 13, 2011

Más de mis clientes...

Ah, cómo me encabrona que vengan abuelos al negocio. Y por abuelos me refiero a esos cuarentones o cincuentones pendejos que cargan –orgullosos- con sus nietos para todos lados. Para empezar, ¿pa´ qué chingados cargan con chamacos? ¿No tuvieron suficiente con la bola de hijos que tuvieron, o qué?

Y me caga que vengan al negocio porque dejan que los pinches escuincles hagan lo que se les antoja. Agarran cajas, se sientan sobre ellas, tumban las cajas, agarran conitos para beber agua, tiran el agua en el piso, lloran porque quieren que les compren todo, hacen berrinches… y el pendejo del abuelo blandengue no hace ni madres para calmarlos o meterles orden. La mayoría de los que vienen son de esos viejos idiotas con mentalidad de: “Ay, es que a los nietos se les quiere más que a los hijos”, “ay, es que a los nietos uno ya no los regaña porque ya no se tienen fuerzas para eso”, “ay, es que a los nietos sólo se les disfruta”… Hijos de puta.

Ah, pero ya me imagino con sus hijos: han de haber sido unos culeros bien estrictos. O peor aún: igual de blandos que con sus nietos. Neta que si yo fuera el hijo de uno de esos abuelos y me diera cuenta que mi padre trata mejor a mi hijo de lo que me trataba a mí cuando tenía esa edad, lo mando directito a la verga. Pos éste...

Y no me hagan seguir con las abuelas que vienen al negocio… ésas son todavía peores y lo doble de pendejas y permisivas.

Pero mejor ya me retiro, porque el coraje me va a reventar una arteria. Voy a hacer un letrero que prohiba la entrada a los abuelos con sus nietos.