viernes, abril 22, 2011

Yo estoy bien, todos están mal

“Tantas personas no pueden estar equivocadas”.

La anterior es una frase que considero como una de las más grandes mentiras de la humanidad.

Al contrario, creo que entre más personas concuerden en algo, más equivocados están. ¿O acaso no recuerdan la frase del intelectual gringo, Walter Lippmann, que dice: “Donde todos piensan igual, ninguno piensa mucho”?

Vean nomás a los católicos, a los seguidores de los equipos de fútbol, a los fans de los libros de vampiros adolescentes o a los de las telenovelas mexicanas. ¿En verdad creen que esa gente está en lo correcto? Obviamente que no.

¿Que qué autoridad tengo para descalificar los gustos o creencias de la gente? Toda. ¿Por qué? Porque tengo cerebro. Nada más por eso.

Ahora que la ciudad está casi vacía por las vacaciones, me doy cuenta que no es una metrópoli tan pinche y odiosa como pensaba. Ahora compruebo que quienes la afean son todos esos que ahorita andan de viaje, afeando otros lugares.

Por eso, eviten decirme “pues si no te gusta, lárgate a otra parte” cada que me queje de esta ciudad. Los que están mal son ustedes. Prueba de ello es que Monterrey es maravillosa sin ustedes. Tanta gente no puede estar en lo correcto, por lo tanto, el que está en lo correcto soy yo.

Así es que ahí les encargo que se queden donde andan el mayor tiempo posible. Por favor. Déjenme la ciudad para mi solo. No la jodan con su presencia.

martes, abril 19, 2011

El lamentable caso de un lector

Hace casi un año, Édgar, un lector del blog, me pidió un libro. Le mandé el libro por correo y ya no supe si le llegó, pues perdí contacto con él. Tiempo después me escribió un email agradeciéndome por el libro y por la dedicatoria, y de paso me explicó la razón de su larga ausencia. Resulta que al salir de su trabajo, mientras esperaba un taxi para volver al hotel donde se hospedaba, le tocó una balacera. Aquí un fragmento del correo que me envió aquella vez:


Estuvimos en contacto durante algún tiempo, y hace poco me mandó este otro correo, con una triste revelación. También me mandó una carta -de la cuál pongo un fragmento más abajo- en donde me cuenta parte de su odisea en las dependencias de gobierno:


Fragmento de su carta:

…el siguiente paso fue buscar una prótesis. Y es aquí en donde pasas de víctima a “culpable”, por decirlo de alguna manera. Y es que con cada funcionario que trataba y en cada área en la que me tenía que meter a hacer trámites, la respuesta y el sentimiento eran de: “¿Quién te manda andar perdiendo una pierna?… aquí así es de tardado el papeleo… o te esperas o te chingas”. Y a final de cuentas uno se aguanta el trato de perro porque cree que le resolverán algo; pero terminan ofreciéndote algo más indignante que una pata de palo, al más puro estilo pirata.

Lo mejor de todo fue que di con la Asociación Nacional de Amputados de España (ANDADE). Increíble, ¿no creen? Encontrar ayuda en otro país que no tiene ni vela en el entierro con mi situación y, aún así, con disposición a ayudarme, sin costos ni nada.

Y ahora, aquí estoy. Me llamo Víctima del Delito y estoy buscando una prótesis que me reintegre a la sociedad, ya que, amputado, no soy parte de ella. A pesar de todo, amo en donde vivo y no le he perdido la fe. Quiero y sé que puedo reintegrarme. No con ayuda de los “buenos” de esta guerra, sino con el apoyo de la poca gente que me conoce. Me ha sorprendido que, de quienes a veces no esperas nada, hacen mucho por ti; y de quienes esperas mucho, no hacen nada. Pero así es la vida. En algún momento nos toca estar bajo la rueda.

Y les repito: ni la PGR, ni la PGJ, ni la PGJE, ni ninguna “P”, ni ninguna “S” ni nada que tenga que ver con el gobierno han asumido su responsabilidad ni han brindado ayuda de la manera correcta a nosotros, las víctimas del delito: inocentes que estaban “en el momento y en el lugar equivocado”.

Me despido sabiendo que no voy a cambiar el mundo, ni mejorar los servicios de las instituciones de mi país; pero, si de algo sirve ser víctima del delito, es saber apreciar más tu vida, tu familia, tu entorno… En mi caso, mi hijo, que es y será mi vida.

Y como dijo el gran José Saramago: “Yo no escribo por amor, sino por desasosiego; escribo porque no me gusta el mundo donde estoy viviendo”.


Triste realidad la nuestra... Una realidad en la que las autoridades se empeñan en hacernos creer que, si nos pasa algo así, es porque "estuvimos en el lugar y en el momento equivocados". ¿No será al revés?

Son esos hijos de puta –gobernantes ineptos y criminales- quienes no están en el lugar en el que deberían estar: en la cárcel o muertos o trabajando en otra cosa en la que no dañen a terceros y den resultados positivos a la sociedad. Son ellos –gobernantes ineptos y criminales- quienes están en el momento equivocado, pues deberían estar en la prehistoria, en la inquisición, en una película de bandoleros o en alguna de esas épocas oscurantistas donde el salvajismo se comía a la razón. Son ellos, no nosotros...

lunes, abril 18, 2011

Tole-rancia

Cuando escucho hablar a mis amigos casados acerca de la tolerancia, me sacan de onda.

“Es que no es fácil convivir todos los días con una persona, por eso hay que tener tolerancia”, dicen casi siempre después de que sus esposas les hablan por teléfono para rayarles la madre por no estar en casa a las 9 de la noche.

Tolerancia –si así le quieren llamar- es la que se les tiene a los homosexuales, a los miembros del islam, a los católicos y a la lactosa. Y es más, yo ni siquiera le llamaría tolerancia, sino respeto.

Pero, ¿tenerle tolerancia a quien se supone que es tu complemento, tu media naranja, la madre de tus hijos, la decisión más importante de tu vida, la compañía que tendrás el resto de tus días?... Nel. No se hace.

Creo que si en una relación de pareja existe la tolerancia, significa que ninguno de los dos está con la persona correcta. Que la cagaron en la elección, en pocas palabras. Y que ya se chingaron... por "tolerantes".

sábado, abril 16, 2011

...siempre serán eso: sueños.


Soñar es como tener una nube que va cambiando de forma adentro de tu cabeza.

Nunca he soñado que vuelo, pero sí he soñado que puedo brincar muy alto y descender flotando si agito los pies y las manos, como si pedaleara o nadara. Es casi como volar. Esos sueños son mis favoritos porque me la paso brincando casas, edificios, parques y árboles toda la noche. Soy tan bueno saltando que incluso puedo pasar entre los cables de la luz y del teléfono sin tocarlos. Cuando hago esto, brinco como si fuera un delfín: con los brazos hacia el frente, en forma de flecha; desciendo de la misma forma, me doy una maroma y caigo de pie sobre la banqueta, suavemente, como si me envolviera un humo muy espeso que amortigua el golpe.

Anoche soñé bien chido. Soñé que caminaba entre unas calles muy largas y muy amplias buscando una ciudad de la que me habían hablado mucho pero no encontraba. El problema era que nadie sabía dónde estaba, que todos los trenes se me iban antes de tiempo y que ya no traía un centavo en la bolsa del pantalón. De repente la estación de trenes se quedaba sola y veía que enfrente de mí había un lago que parecía un espejo y tenía un puente flotante en medio.
Crucé las vías del tren y caminé por el puente hasta llegar a una puerta de tela mosquitera muy alta, que estaba cerrada con candado. Entonces me acordé que tenía el poder de saltar bien alto y salté bien alto y me impulsé moviendo las piernas como si pedaleara y las manos como si nadara porque la puerta estaba tan larga que pensé que de un salto no la iba a poder sobrepasar. Pero pude pasar por encima de ella y descendí muy lento y al caer del otro lado vi la ciudad más bonita que he visto en toda mi vida.
Había casas tipo chalet, con muchas molduras de colores en las fachadas. Las calles estaban limpias, el pavimento era de color beige. No había carros y había poca gente caminando en ellas, casi todos con sus perros o con sus gatos. Había muchos árboles y puentes empedrados y canales con patos, grullas y nutrias. Las ventanas de los edificios y de las oficinas eran acuarios con muchos peces de muchos colores. En los pisos más altos podía ver tiburones y ballenas como si fueran en miniatura. Pero lo que más recuerdo de la ciudad, es que el viento no dejaba de soplar. Era como llevar la cabeza afuera de la ventana de un coche todo el tiempo. Era un aire fresco, una brisa agradable que olía a algo que me hacía sentir mucha tranquilidad, como si se me limpiaran los pensamientos o se me purificaran los sentimientos y olvidara todo y volviera a empezar sin saber ni sentir nada. No recuerdo haber soñado con olores. Tampoco haber sentido esa paz alguna vez. Por eso digo que soñé chido.

Y el viento soplaba y soplaba y la gente me saludaba, los perros me lamían las piernas, las grullas hacían sonidos extraños, las nutrias nadaban muy gracioso en los canales y los peces de los acuarios se pegaban al vidrio. Los árboles se mecían como si cada rama y cada hoja pensaran. En eso, un hombre se puso a mi lado cuando se dio cuenta que miraba sorprendido la hilera infinita de árboles que se mecían, y me dijo: “Buenas tardes. Aquí nadie brinca. Aquí todos volamos. Por eso el viento...”. Se quitó el sombrero, lo tomó como si fuera el volante de un coche y esperó a que se llenara de aire. Después, se elevó.

Desperté, me vine a la oficina, leí los diarios, vinieron algunos clientes, imprimí tickets, escuché ambulancias, hice facturas, vi patrullas de policías pasar. Curiosamente, el viento está soplando desde muy temprano en la ciudad. Lo pueden comprobar quienes vivan en Monterrey. El problema es que en esta ciudad nadie salta tan alto como en mis sueños y, mucho menos, pueden volar. Ni siquiera con este viento.

Las pesadillas siempre son reales. Los sueños siempre serán sueños.

miércoles, abril 13, 2011

Más de mis clientes...

Ah, cómo me encabrona que vengan abuelos al negocio. Y por abuelos me refiero a esos cuarentones o cincuentones pendejos que cargan –orgullosos- con sus nietos para todos lados. Para empezar, ¿pa´ qué chingados cargan con chamacos? ¿No tuvieron suficiente con la bola de hijos que tuvieron, o qué?

Y me caga que vengan al negocio porque dejan que los pinches escuincles hagan lo que se les antoja. Agarran cajas, se sientan sobre ellas, tumban las cajas, agarran conitos para beber agua, tiran el agua en el piso, lloran porque quieren que les compren todo, hacen berrinches… y el pendejo del abuelo blandengue no hace ni madres para calmarlos o meterles orden. La mayoría de los que vienen son de esos viejos idiotas con mentalidad de: “Ay, es que a los nietos se les quiere más que a los hijos”, “ay, es que a los nietos uno ya no los regaña porque ya no se tienen fuerzas para eso”, “ay, es que a los nietos sólo se les disfruta”… Hijos de puta.

Ah, pero ya me imagino con sus hijos: han de haber sido unos culeros bien estrictos. O peor aún: igual de blandos que con sus nietos. Neta que si yo fuera el hijo de uno de esos abuelos y me diera cuenta que mi padre trata mejor a mi hijo de lo que me trataba a mí cuando tenía esa edad, lo mando directito a la verga. Pos éste...

Y no me hagan seguir con las abuelas que vienen al negocio… ésas son todavía peores y lo doble de pendejas y permisivas.

Pero mejor ya me retiro, porque el coraje me va a reventar una arteria. Voy a hacer un letrero que prohiba la entrada a los abuelos con sus nietos.

martes, abril 12, 2011

Bye, TV, bye...

Desde que me deshice definitivamente del televisor -invento del diablo-, leo más libros que antes. Esto fue a finales de julio del 2010, cuando me cambié de casa.

En casi 9 meses he leído más de 5000 páginas. Para muchos, el número sonará impresionante, pero no es otra cosa que la ridícula cantidad de ¡20 páginas diarias!; lo que dicen algunos expertos que lee el mexicano promedio en un año, snif.

Parte de mi decisión de no tener televisor fue que, cuando hablé a Cablevisión -la empresa que me daba el servicio- para contratar un nuevo paquete de canales de paga, me salieron con la novedad de que les debía dos meses: los dos meses que llevaba viviendo en mi nueva casa. Me los estaban cobrando porque “no di de baja el servicio en el domicilio anterior, y el servicio se suspende, pero se sigue cobrando si uno no lo da de baja”. O sea que te cortan el servicio para que ya no veas la tele pero tienes que seguir pagando algo que no ves… ¡Mira qué vergas salieron!

Total que intenté hablar con algún ente racional de esa empresa de TV de paga para explicarle que me parecía injusto que me cobraran dos meses de algo que ni siquiera estaba usado porque ya no vivía ahí y que, además, era un servicio que no estaba activado. El empleaducho que me atendió me dijo que si quería que me pusieran canales de paga en mi nuevo domicilio, tenía que liquidar los dos meses que debía del servicio cortado en el domicilio anterior, porque el contrato así lo estipulaba. Obviamente le dije que no les iba a pagar ni madres, que la deuda se la fueran a cobrar a su chingada madre y que el contrato, junto con sus “letras chiquitas,” lo hicieran rollito y se lo zambutieran por el fundillo.

El empleaducho, todo encabronado, me dijo: “Es que en el contrato que usted firmó dice claramente que bla bla bla bla… usted está robando a nuestra empresa, señor; a eso se le llama robo. ¡Es usted un ladrón!”. “Mira, pendejo” –le respondí-, “en la calle donde ahora vivo toda la gente tiene Cablevisión gratis. Tooodos mis vecinos están colgados de los postes donde están sus cables; todos se están robando la señal y ni cuenta se han dado. Si yo quisiera sus canales, haría lo mismo que ellos; pero ni gratis quiero su pinche servicio mugroso… Y ya te dije que le vayas a cobrar esos dos meses que debo a tu chingada madre”. Colgué la llamada y ya no me volvieron a molestar. Supongo que la deuda la terminó pagando su chingada madre, jejeje.

Pero bueno, entonces les estaba platicando que desde que me liberé del televisor por ese berrinche que hice en contra del Sistema, he leído bastante (sí, yo sé que eso se nota en mi amplio y refinado vocabulario). Y les decía que ahora soy más feliz y casi casi un ser iluminado porque me brilla la frentota que tengo cada que enciendo la lámpara de mi buró para esas lecturas nocturnas.

Y fue así como descubrí a Ayn Rand, a Italo Calvino y a Fernando Pessoa; releí El Juego de los Abalorios, de Hermann Hesse y Franny and Zooey, de J.D. Salinger. Me dejé influenciar por la muchedumbre y me aventé la trilogía de moda de Stieg Larsson; y ya en esa onda comercial bestselleriana, me compré los libros que me faltaban de Carlos Ruiz Zafón. Leí algunos autores mexicanos a los que tuve el gusto de conocer en algún evento o tengo la debilidad de admirar. En fin. La he pasado bien sin televisor. He descubierto muchas cosas. Un chingo.

Cuando tenga tiempo -y ganas-, haré una lista de recomendaciones literarias como la que hice hace algún tiempo. Por mientras, vayan a ver tele.

Buen martes.

viernes, abril 08, 2011

De héroes y trigonometría

Primero fue el Escuadrón Recto, copia "pirata" y escatológica de nuestros héroes. Ahora, es esto:


Y hablando de matemáticas... Me acuerdo que en la escuela, cuando empezamos a ver trigonometría, nos pidieron un horrible libro azul marino con rayas horizontales en tono celeste que llevaba por título "Tablas Matemáticas" (pueden googlearlo). Cuando le dije a mi papá que necesitaba dinero para comprar el mentado libro, me dijo que no había necesidad. Abrió un cajón del librero de su cuarto y lo sacó, como si fuera un mago. Me quedé con los ojos cuadrados. "Mi tío Arquímedes lo hizo", me dijo mi padre irradiando orgullo. “En todas las escuelas del país piden su libro”. "¿Tengo un tío qué se llama Arquímedes?", pensé, y luego me cagué de la risa en mi cabeza, jajajaja.

Al día siguiente llegué a la escuela con el libro en mis manos, ni siquiera lo metí en la mochila. Lo primero que hice fue presumirle a mi maestra que el hermano de mi abuelito había escrito ese libro. Antes de empezar con la clase, la maestra aprovechó para dar la noticia en el salón, para inflarme -creo yo- un poquito el ego. Pero como que a mis compañeritos no les hizo mucha gracia que yo tuviera un tío abuelo que se dedicara a complicarles la vida a los estudiantes con numeritos, triangulitos, ángulos, mediciones, operaciones y demás mamadas.

Como podrán deducir, no fui muy popular en aquella época de mi vida, snif. Pero si algo aprendí -aparte de trigonometría- es que no hay que ser presumidos cuando haya gente famosa en nuestra familia, a menos que sean famosos porque salen en la televisión.

Les deseo un buen fin de semana, y que en todo lo que realicen encuentren la hipotenusa de su vida.

miércoles, abril 06, 2011

¿No les encabronan las personas que no responden lo que les preguntan?

Ejemplo:

-Qué rico está este chicharrón en salsa verde, ¿quién lo preparó?
-Sí, ¿verdad que está delicioso?
-Sí, muy bueno. ¿Quién lo hizo?
-Yo ya llevo como 6 tacos, jejeje.
-Sí... emmm... ¿quién lo preparó?
-Está delicioso. Ahí hay mucho todavía. Sírvete las veces que quieras.
-¡¿Que quién chingados lo preparó?!

A mí sí me encabronan.

lunes, abril 04, 2011

La huelga de los hombres de razón

Al leer la carta en la que el poeta mexicano Javier Sicilia -a quien acaban de asesinarle un hijo- renuncia definitivamente a las letras, me invade ese sentimiento de hartazgo y zozobra que a diario padecemos la mayoría de los mexicanos cuando nos enteramos de lo que sucede en nuestro entorno; pero, sobre todo, me recuerda mucho a la novela La Rebelión de Atlas, de la filósofa ruso americana Ayn Rand.

A grandes rasgos la novela habla de una resistencia pasiva, o, mejor dicho, de una "huelga de hombres de razón". De un día para otro empiezan a desaparecer misteriosamente músicos prodigiosos, empresarios ricos y honestos, intelectuales visionarios, inventores y demás hombres de virtudes especiales; los cuales siempre han sido perseguidos y chantajeado por funcionarios del gobierno que inventan leyes y cobros de impuestos para enriquecerse con el trabajo y talento ajenos. Los legados e imperios de estos hombres- que van desde piezas musicales e industrias metalúrgicas que generan materiales más baratos y ligeros que el acero, hasta motores impulsados por electricidad estática- son abandonados, quemados, desaparecidos o destruidos por completo; algunos con letreros que dicen: "Si lo quieren, tómenlo como yo lo encontré". Conforme avanza la novela -de más de 1000 páginas-, uno se va dando cuenta de las razones de la desaparición de estos hombres, mientras el canibalismo gubernamental provoca un colapso mundial.

Javier Sicilia renuncia a la poesía. A su pasión. A lo que dedicó su vida entera. "Sólo la poesía puede acercarse un poco a él (a su hijo), y ustedes no saben de poesía", les espeta a los políticos y criminales en su carta. Es su manera de protestar como hombre de razón: quitándole al mundo su palabra escrita, su talento, su sensibilidad, su virtuosismo.

Dice una frase de la novela: “Buscamos el poder y lo lograremos. No hay manera de dominar a la gente inocente. El único poder que tiene el gobierno es aplastar a los delincuentes. Entonces, cuando no hay suficientes delincuentes, los inventamos. Declaramos qué tantas cosas son delitos que resulta imposible que la gente viva sin quebrantar la ley. Ése es el sistema. Ése es el juego. Y una vez que lo comprendan, será más fácil lidiar con ustedes”.

Vamos leyendo -o releyendo- La Rebelión de Atlas. Verán cómo cambia su manera de ver el mundo, de comprenderlo; tanto el exterior como el interior. No más "ojo por ojo, diente por diente", no más marchas inútiles por la paz ni actos "heróicos" como el de don Alejo. Vamos haciendo una huelga de hombres de razón, y que los salvajes se maten entre ellos. Ya habrá tiempo de reconstruir las ruinas que dejen a su paso. Para empezar de nuevo. Para empezar bien desde el principio. Como hombres de razón.

viernes, abril 01, 2011

Lo digo yo

No creo que la naturaleza del hombre –ni de la mujer- sea la reproducción.

El problema es que vinieron a ponernos el placer en la punta del pito –y en el clítoris- , y, obviamente, muchos caen en la trampa.

Aunque ésa fuera la ley natural de nuestra existencia, chingones aquellos que la desafían.

No cualquiera es tan cabrón para desafiar a la naturaleza.

Mucho menos al placer.