viernes, julio 23, 2010

A la izquierda del negocio de cajas, cruzando la calle, hay una tienda Oxxo. A la derecha, cruzando otra calle, pero un poco más alejado, está un Seven Eleven. Por “comodidad”, cuando necesitaba algo, iba al Oxxo. Y digo “iba” porque hace dos semanas, a un lado, pegadito al negocio, abrieron un Extra. Por obvias razones –y por huevón-, ahora compro en esta tienda.

Antes compraba en una tiendita de abarrotes que quedaba dos calles atrás. La atendía una viejita y su hija, pero tuvieron que cerrar. Imagino que se las comieron el Oxxo, el Seven Eleven y el Extra, que podrán ofrecer su café rancio, sus hot dogs ojetes y sus burritos para microondas de la verga, pero no venden las tostadas con frijoles, repollo y salsa ni los tamarindos que vendía la viejita.

En menos de 100 metros, por la misma calle, están estas tres tiendas de conveniencia. Si avanzas cincuenta o cien metros más adelante, vez lo mismo: Oxxos, Sevens y Extras amontonados. ¿Serán necesarias tantas? ¿Libre mercado? ¿Libre competencia? ¿Libertad de elección del consumidor? Mamadas.

Comercios con distintos nombres que ofrecen los mismos productos a los mismos precios con el mismo pésimo servicio y los mismos salarios raquíticos para sus empleados. ¿Cuál es su oferta entonces? ¿Que caminemos menos y nos hagamos más huevones?; pues al rato nos van a poner Oxxos, Sevenelevens y Extras a lado de nuestras casas.

Siempre he considerado estas tiendas y la manera en que proliferan, un despropósito, una gran pendejada, un despilfarro de energía y recursos. Voracidad pura.

Hey, pero vivimos en un país rico, libre y moderno. Podemos darnos esos lujos de no caminar tan lejos para comprar algo.