jueves, noviembre 30, 2006

Tarde con el Filósofo de Cantina

Estábamos en la cantina de costumbre. El Filósofo de Cantina no estaba, como era su costumbre. Siempre éramos nosotros los que llegábamos y él ya estaba ahí bebiendo su cerveza Bohemia y escribiendo -o garabateando- sobre una servilleta.

Pasaron dos horas y el Maestro llegó acomodándose el cuello de su chaqueta, que había levantado para cubrirse del viento frío de afuera. Saludó a todos y cada uno de nosotros de mano, muy formal, como acostumbraba. No era de esos hombres que empuñaba el saludo y apretaba con fuerza. No. Él siempre tomaba la mano del compañero de manera suave, pero con firmeza. Se sentó y pidió su cerveza de costumbre. Me gustaba ver como descarapelaba el aluminio dorado del pico de la botella; lo hacía con destreza.

Todos le cuestionamos su ausencia y el largo tiempo que teníamos de no verlo. A lo que el Filósofo respondió, después de un largo trago a su cheve:

“Estuve con un amigo al que lo acuchilló su ex mujer. Fui a verlo al hospital. Este güey tenía ya mucho tiempo separado de su vieja. Mucho tiempo. Nunca se portó bien con ella cuando estuvieron juntos, sólo cuando eran novios, pero cuando se casaron, todo cambió: la golpeaba, la dejaba días enteros con sus tres hijos y no se aparecía, no pagaba los recibos, dejaba de trabajar, se iba con putas, se iba de pedo, no le interesaba conseguir otro trabajo, le exigía demasiado a su mujer, le gustaba tener la casa impecable pero nunca lavaba un trasto, le gustaba su cena caliente pero se la pasaba rascándose el ombligo, entre otras cosas que los verdaderos hombres no harían. Obviamente, su vieja se puso a trabajar y un día lo abandonó junto con los tres niños. Mi amigo, con toda la frialdad del mundo, consiguió otra pareja
Esto ya fue hace tiempo. Mi amigo ya no está con la otra vieja tampoco. Ahora, su ex vieja –la mamá de sus hijos- se quiere casar con otro hombre y mi amigo se niega a darle el divorcio nada más porque sí. La verdad no lo entiendo. No entiendo a esos hombres que quieren retener a una mujer a la que ya no aman y por la que ya no sienten nada y a la que nunca le dieron su lugar ni valoraron. No comprendo ese afán de hacerle la vida difícil a una persona que alguna vez amó, lo amó y con quien engendró tres criaturas. Es más, viéndolo más cínicamente: ¿por qué retener a huevo a una mujer que ni siquiera se está cogiendo? Por más que platico con él, no lo entiende. Está cerrado. Es el típico macho. Tenía varios meses amenazándola de que le quitaría a los hijos –hijos que nunca crió- , de entrar a su casa, de amenazarla a ella, al novio, de romper los vidrios del coche, de poncharles las llantas… De hecho, el novio de se ex mujer –quien se ha hecho cargo de los hijos que no son de él- habló muy amablemente con mi amigo, queriendo solucionar el problema, pero mi compadre se la hizo de pedo y lo amenazo de muerte y le dijo que no le quitaría a sus hijos, bla, bla, bla. Nadie se los quiere quitar. Fue él quien los abandonó. No entiendo ese machismo enfermizo. Y como mi amigo, conozco otros tantos que tienen a sus mujeres frustradas y reprimidas, pero todavía no las hacen estallar y tal vez nunca lo hagan.
Es mi amigo y todo eso, pero en serio que sí se merecía esas tasajeadas que le dio su ex mujer. Ahora comprendo a todas esas mujeres presas que confiesan haber matado a sus maridos. Pues es que ¿cómo se liberan de güeyes borrachos, huevones, machistas, opresivos y golpeadores; de esa presión de criar sola a los hijos, de tener limpia la casa, de los gritos de los niños, del desayuno, la comida y la cena del hombre, de no recibir un sueldo por ese trabajo, por esa joda; díganme, ¿cómo se liberan? Llega un punto en que matarlo es la única solución. Por eso, ahora comprendo a todas las mujeres que en algún momento esto les ha pasado por la mente. Y pensar que existen millones de mujeres que no tienen nunca los ovarios para abandonar a un marido así o, de perdido, de sacarles un pedo con un cuchillo para que le bajen de huevos”

Bebió de nuevo de su cerveza el Filósofo de Cantina.

martes, noviembre 28, 2006

Let´s talk about love or something like that

Primero denle play a la canción y dejen que se baje toda completita para que puedan leer lo que les escribí para hoy martes; eso sí, si es que su capacidad de consentración los deja leer y escuchar música al mismo tiempo, snif.



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La verdad no sé qué fue primero: si la luz o la oscuridad, si la noche o la mañana. Ignoro lo qué diga la Biblia y sus cuentos fantásticos, o la ciencia y los científicos acerca de esto, pero es seguro que uno tuvo que haber existido primero, así como el chiste del huevo y la gallina. Pero bueno, eso no importa, porque ninguno de los dos me es tan interesante como el término medio: ni el día ni la noche, ni la luz ni la completa penumbra, sino lo que viene antes de encender y apagar las luces del universo.
A mi lo que más me gusta es antes de que el sol salga por completo y antes de que todo se torne negro, como cuando despierto y la luz del sol es tenue y se debilita como la cabeza de un cerillo extinguiéndose y entre las sábanas de mi cama todavía se esconden 10 minutos para recordar y seguir soñando lo que quiero ser realmente. Me gusta el momento del día en que esa inmensa mandarina incandescente se resguarda tras las montañas y los valles o se sumerge en lontananzas oceánicas; pero también cuando apenas comienza a emerger de ellas y lanza advertencias y luces ciegas y flojas sobre el mundo. Cuando hay que abrir las cortinas del cuarto para que entren completas las ráfagas de luz que buscan centellear sobre un espejo o sobre el piso recién trapeado. Me gusta cuando los atardeceres son rojos y los amaneceres rosas, cuando las sombras de los árboles en la calle se mueven como manecillas de reloj a la par del sol que brota y cuando esas mismas sombras frondosas se van despintando del pavimento al mismo tiempo que el astro rey se empieza a borrar. Quién dice que no existe un término medio entre la luz y la oscuridad; claro que existe: se llaman atardeceres y amaneceres. Uno da vida a la luz y el otro la prepara para su muerte.
Por eso todo en esta vida es tan simple, porque encender y apagar las luces del universo consiste en cerrar y abrir los ojos: si los abro y sigues a mi lado, significa que el mundo no terminó en una guerra mundial… si los cierro estando a tu lado, no me va a importar si se termina… si nunca abro los ojos, pues me vale madre, siempre y cuando esté contigo.

lunes, noviembre 27, 2006

Noticias varias para empezar la semana

A la perrita que atropellé y salvé hace casi un año, esa que egocéntricamente y en honor a mi pendejez apodaron La Guffita, se la llevó la perrera municipal cuando me fui a Xilitla el fin de semana pasado.
Hablé para ver qué pedo, pero ya la habían sacrificado. Snif. Ni las charolas caninas ni los contactos con los altos mandos de Purina pudieron salvarla.
Espero la hayan inyectado y no electrocutado o agarrado a palazos como dicen que le hacen.
Es lo malo de no tener patio y de pensar que los vecinos eran buenas ondas y no la iban a denunciar. Espero esté en el cielo de los perros oliéndole la cola a Rin Tin Tin.

Me pregunta una lectora que qué pedo con mi página de fotos y tiras cómicas www.guffo.net, y les respondo que la di de baja hace mucho tiempo porque cancelamos la tarjeta de crédito. "¿No te has metido a ver lo que es ahora tu página?", me dice. Y que me meto. Y ésto es lo que ahora es mi sitio web. Snif. ¿Me conocerán algo o nomás me hablan al tanteo?

Quejarse y hacerla de pedo por injusticias, atropellos y abusos, como el aumento a la gasolina o la empinada que le están dando a las playas en Sonora, da el mismo resultado que si uno se quedara tirado en su casa sin quejarse y viendo la tele: de todas formas nos la van a meter y nos van a ganar. Por eso, pienso que el estado ideal de los jóvenes debe de ser la indiferencia. Es lo que este país nos ha enseñado con tanto amor año con año. Aquí manda el que tiene más dinero, más palancas, más armas y menos remordimientos para matar paisanos a sangre fría o de hambre. De nada sirven las marchas por la paz, por los derechos humanos, por las muertas de Juárez, por los campesinos, por los maestros, por mejores sueldos, por el aumento a la gasolina o por defender equis mamada. No sirven, es en serio. Todo es en vano porque todo eso le viene valiendo pito a quienes gobiernan, manejan y explotan el país; y esa indiferencia ya nos la han contagiado. Por eso, seamos todos indiferentes (mas no apáticos), a ver si así alguien se preocupa por tanta indiferencia.

¿Recuerdan a Panchito López, mi ex roomie; aquel curioso ejemplar humano que gustaba de poner sus cumbias a todo volumen, mamar caguamas, pedirme dinero prestado para sus pedas a las que no me invitaba y sacar tarjetas de crédito para pagar sus deudas de otras tarjetas de crédito? ¿No se acuerdan de ese espécimen simpaticón y relleno que trabajaba como agente de tránsito, que metió a su vieja a vivir al depa "sólo por dos semanas" y se quedó por los siglos de los siglos y luego metió a sus suegros y cuñadillos a vivir a mi cuarto cuando me fui a Europa casi un mes y cuando llegué el recibo de la luz había salido en 800 pesos y el del gas en 1500 y yo sólo le di mi parte: 200 pesitos, y de ahí me odió?. ¿Se acuerdan? Sí, es aquel muchacho que voló por los aires bien pedo en la carretera y su vieja estuvo meses postrada en una silla de ruedas y, de tanta cuacha que le tiré en este blog, hasta pensé que yo había sido el culpable de sus males y mi corazón de pollo me volvió a traicionar y quité todo lo referente a él porque la neta me sentí mal... Bueno, pues es de mi total agrado comentarles que ya se me pasó ese remordimiento, jeje, por eso, aquí les dejo una probadita de lo que vendrá en el libro de Chistes Alowey próximo a salir. Sí: Panchito López vuelve como personaje de Chistes Alowey en 16 tiras cómicas:

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jueves, noviembre 23, 2006

De por qué los gringos me producen temblorina

Hoy estoy encabronado y les tocó a los gringos recibir toda mi furia. Así le hacen ellos, ¿qué no? Se levanta Bush bien crudo y ve qué país con crudo se le antoja invadir. Pues ahí va.

Cruzar al otro lado del pinche muro fronterizo –pero no de mojarra, sino con pasaporte y dólares en los bolsillos y toda la cosa- es de las cosas que más aborrezco. Lo odio tanto como ir a misa o como el programa de Ventaneando. De hecho, me revuelco como teporocho con ataque de cirrosis cuando mi vieja me dice que quiere ir de shopping a Mc Allen o San Antonio. Brrrr, me entra una temblorina muy gacha; en serio. Si llego a pisar tierras gringas es porque algún vuelo comercial lo requiere, porque me perdí al ir a comprar cervezas o porque tengo algún compromiso familiar de esos de los que uno no se puede zafar. Así mismo, si llego a pisar una iglesia es nada más porque alguien se murió, quiero tomar fotos culturosas o porque me perdí al ir a comprar cervezas y, como había mucha gente, pues pensé que ahí era el único lugar donde vendían por ser domingo y fuera de horario.

La historia de los Estados Unidos de América se reduce a esto: Unos batos que empezaron a hacer películas y programas de TV de vaqueros para poner a los indios como sanguinarios enemigos y así podérselos chingar sin remordimientos. Y se los chingaron.
Luego hicieron películas de boxeadores y espías y armas nucleares y pusieron a los rusos como los villanos desquiciados que querían acabar con el mundo, para así podérselos chingar. Y también se los chingaron.
Y como se les acabó a quién chingar, pues ahora hacen películas, series de televisión y noticieros donde ponen a la gente de medio oriente como la malvada, como los que explotan bombas sin razón en todos lados, como los que quieren hacerles daño a los ciudadanos inocentes de “América” (o sea: ellos). ¿Y todo esto para qué? Pues sí: para tener una razón para chingárselos. Esta es su historia en resumidas cuentas.

Me caga tanto que los gringos –entre muchas otras cosas que me molestan de ellos- hayan destruido el sabor de la comida. Considero una patada en el ano con bota vaquera de avestruz (“sacacacas”, le llaman en mi tierra a esas patadas) el hecho de que le han hecho creer al mundo que la comida mexicana son los “burritos”, los “nachos”, los “tacos” (con tortilla dura) y las “margaritas”. Y los pongo entrecomillados porque me imagino ese acento y esa pronunciación tan pinche que tienen: “burrirou”, “margarira”. ¡Puaj!, qué asco.
También es aberrante que no tengan una buena salsa, que los frijoles sepan dulces y la fruta no sepa a nada y tenga tan buen aspecto exterior que hasta uno desconfía. Me caga que haya polvo para hacer puré de papa, polvo para hacer guacamole y polvo para hacer huevo; y que uno no consiga papas, aguacates o huevos de gallina decentes para hacerse una comida decente.

Mejor definición de Estados Unidos no puede haber cuando pregunten “¿qué son los Estados Unidos?”. Me la dijo un amigo rojillo que también me cae gordo, pero es el primer comentario chistoso que le escucho. Dice que los Estados Unidos es una bola de imbéciles haciendo fila afuera de un centro comercial para comprar el último libro de Harry Potter o el último video juego. Y es cierto. Es patético ver a pendejazos haciendo fila desde días antes en las tiendas para comprar un X Box. Háganme el favor. Eso es Gringolandia. Y al rato les sacan la otra consola nueva, con monos más acá, más colores, más lucecitas, más opciones, más botoncitos, y ahí van a estar haciendo fila. Eso es Gringolandia, y lo peor es que su enfermedad es contagiosa.

Y en esta temporada, ni hablar. Me retuerzo peor que palera de Carlos Trejo siendo supuestamente exorcizada. Me fastidian mucho más en esta temporada los gringos, y no por el boom consumista que se dispara ni nada de eso que ya todos sabemos, sino por el chingado SuperBowl ese. Hasta aquí en mi ciudad hacen fiestas y la gente se junta y se emociona y sufre al ver el Super Bowl. La gente le va a equipos gringos donde no juega ningún mexicano. ¿Por qué esa euforia? Lo entiendo allá, que están todos tarados… ¿pero aquí?
Ah, y eso sí, lo que más me caga y no lo soporto: que el equipo ganador del Super Bowl se autoproclame “Campeón del Mundo”. ¡Buakatelas! Es una reverenda mamada ese mote. ¿Por qué Campeones del Mundo, si juegan contra puros equipos gringos, en su liguita gringa, en su mundito Niké, Adidas y Coca Cola? Ches gringos, cómo les encantan esos términos de “La Mujer más Bella del Universo”, y nombrar a una gringa, o “El Mejor Bailarín del Mundo”, y decir que es Michael Jackson.

Mejor ya no le sigo haciendo coraje porque luego no me entra la comida.
Saludos a todos.

Dense una vuelta a Big Blogger.

martes, noviembre 21, 2006

Cuarta parte...

Terminamos de comer y nos pusimos de pie. El Hombre Misterioso me guió por un camino empedrado. “Adelante”, me dijo levantando su brazo y dejando ver de nuevo el lujoso reloj enganchado a su muñeca. El Licenciado -mi jefe- no nos acompañó; se despidió de nosotros ondeando la mano después de limpiarse los bigotes con la servilleta de tela. Avanzamos por caminos y escalinatas de piedra que nos abrían paso entre la exótica maleza, los riachuelos y las pequeñas cascadas. El Hombre Misterioso me iba platicando que ese lugar lo había construido el mismo hombre que había construido Las Pozas, allá en Xilitla, San Luis Potosí. Alguna vez escuché hablar sobre ese mágico sitio, pero nunca me animé a ir. Ahora que me lo menciona, me arrepiento de no haber ido. El Hombre Misterioso me dijo que ese hombre que construyó el salón Biosfera 1 y Xilitla –Sir Edward James, se llamaba- era un ejemplo de esos millonarios que se habían hecho pasar por muertos y desde el anonimato financiaba causas en pro de la ecología y la ciencia. En realidad, Sir Edward James murió hace 12 años, y no 22 como todos pensaban.

El paisaje se volvía increíblemente hermoso con cada paso que dábamos. El cristal del acuario se acercaba más y más. El Hombre Misterioso me habló de cultivos, de hortalizas, de frutos, de inseminación artificial, de reproducción, etc. Me dijo que ellos llamaban a la Biosfera 1 El Arca de Noé del siglo XXI. Seguimos caminando y por fin topamos con el gigantesco tanque de agua. Quise abrazarlo con ambos brazos y el Hombre Misteriosos sólo sonrió. Pegué mi cachete al vidrio y después levanté la mirada para apreciar los cardúmenes y las manadas de mamíferos marinos que jugueteaban ante mis ojos envueltos entre burbujas y silencio. Todo el lugar ese me remontó a la vez que nació mi primer hijo: a esa sensación de incertidumbre, miedo, asombro, incredulidad e infinita felicidad. Sólo a eso se le puede comparar lo que sentí en ese momento. Caminamos alrededor del tanque, por uno de los pasillos. Era la parte alta del salón. Desde allí uno podía apreciar mejor la jungla por la que habíamos caminado y ver los ríos y cascadas en todo su esplendor; las aves volando y uno que otro mamífero asomándose entre la hierba. El muro cristalino del tanque empezó a ser cubierto por una pared. Enormes bloques de roca húmeda fueron cubriendo el cristal poco a poco desde el piso hasta el techo. Y ese pasillo fresco y mohoso nos llevó a otra habitación. Una habitación alfombrada, sin vegetación ni peces y sin el sonido del agua entre las rocas. Había un sillón negro –que parecía cómodo- en medio del cuarto y una enorme pantalla blanca al fondo. “Adelante”, me dijo el Hombre Misterioso. Entré y cerró la puerta. Todo estaba en penumbra. De pronto, la pantalla se iluminó. Tomé asiento en el sillón –que sí era muy cómodo- y el contenido del disco empezó a correr en el blanco telón…

Resulta que hace más de 30 años, el hijo de un drug dealer de los más pesados del planeta tuvo una crisis religiosa grave. Algo así como un acto de fe que lo hizo dejar el imperio archimillonario y poderosísimo que su padre le había heredado. Es un caso único en el mundo; por eso mucha gente lo considera un nuevo Jesucristo, pues un hombre que deja todo por un sueño que de repente tuvo, es algo de locos. Resulta que este hombre-drug dealer-billonario estaba completamente seguro de que iría al infierno por sus actos y eso le aterraba de manera irracional. Le horrorizaba y le quitaba el sueño pensar en eso. Cómo o cuándo lo iban a matar no le mortificaba; sino ir al infierno. Suena chusco, pero así fue. Era un hombre extremadamente religioso, como todos los narcotraficantes; pero a él le pegó una crisis severa de arrepentimiento por los asesinatos, torturas y desmadres que había hecho y una noche tuvo algo así como una revelación. Era tanto su miedo de ir al infierno que se retiró por completo del negocio, lavando sus billones de dólares inteligentemente: invirtiéndolos en educación, ciencia y tecnología. Este hombre se hizo pasar por muerto, cambió su físico, se metió a estudiar a los casi 40 años de edad, devoró todos los libros de todos los temas de todos los tipos y de todos los autores. Donó dinero, compró, compró, compró, construyó, construyó, construyó, contrató científicos, maestros, premios Nóbel, astronautas y de más absurdos para hacer realidad todos sus caprichos; caprichos que estaban basados en algunas partes “bonitas” de la Biblia, que eran las que a él le gustaban. Como esa del Arca de Noé; he ahí la razón del salón Biosfera 1. Este hombre estaba realmente convencido de que la Biblia lo había salvado de ir al infierno, por eso invirtió todo su dinero en tratar de crear un paraíso aquí en la tierra como ese que menciona el Génesis.

Curiosamente, este ex narcotraficante resultó ser un genio. No había terminado ni la prepa, pero cuando se metió a estudiar casi a los 40 años, su cabeza se disparó de manera fenomenal. Él mismo se sometía a estudios e investigaciones sobre su cerebro; estudios que él mismo patrocinaba y en los que trabajaban los mejores investigadores y académicos de todo el mundo. Llegó a considerarse como uno de los 3 hombres con el IQ más desarrollado del planeta; con una capacidad de comprensión y retensión de información y datos impresionante; pero eso sí: muy religioso. Qué curioso que un hombre que se hizo de ciencia conserve sus creencias religiosas tan intactas y tan apegadas. Además, pues es uno de los 3 hombres más ricos del mundo, ha comprado hectáreas de selva, kilómetros cúbicos de mar, cráteres en la luna, islas en el Pacífico, universidades, centros de investigación, templos religiosos, aerolíneas, montes, obras arquitectónicas del mundo antiguo, etc. ¿Todo para qué? Porque sigue teniendo ese miedo. Ya no al infierno, pues ya dejó en el pasado su vida pasada de asesino, millonario inconciente y narco, y ya nada tiene que ver con ella lo que ahora hace. Pero ahora le teme al Apocalipsis. Eso que menciona al final su amada Biblia. Y, lo que quiere, pues es salvar al mundo de esos demonios que él tiene bien identificados y sabe dónde viven. Y está armando su Ejército de Luz, como él lo llama.

En eso, en la pantalla apareció una imagen del Hombre Misterioso -una foto- y una voz en off -el narrador del disco- dijo: “Este es ese Gran Hombre: el Nuevo Mesías que salvará al universo…”

La proyección del disco terminó abruptamente y las luces de la sala se encendieron…

miércoles, noviembre 15, 2006

La blanca estampida en el cielo

Una estampida de ovejas cruza el celeste pastizal que todos los días amanece justo sobre mi cabeza. Quisiera quitarle el techo a mi departamento: hacerlo convertible –como un coche- para que tuviera la función de una enorme pantalla por donde pasaran las estaciones del año y las estrellas fugaces. Si tuviera un departamento convertible no tendría que ver la televisión nunca más: las aves, las centellas estelares y las nubes serían los protagonistas de una trama perfecta desarrollada en esa bóveda milenaria que va del negro al azul y del celeste al tostado.
Imagino tener visión de rayos láser y mi mirada atraviesa el descarapelado techo de yeso. Veo cómo la manada de blanco estambre salta el aro de fuego que rodea al sol y busca la noche para resguardarse en los cráteres de la luna. Cada que brincan la lumbre crean sombras y destellos que se reflejan en la superficie de las praderas y rebotan en mis curiosas pupilas que siempre quieren mirar directamente los brillos del astro rey. En minutos se transforman y toman formas distintas, y dejan de ser ovejas, corderos y borregos que flotan en el campo infinito. Algunas de ellas se disipan como el humo que emana de un incendio recién sofocado. Otras se hacen más grandes: del tamaño de elefantes, dinosaurios o rinocerontes, y su recorrido con la manada sigue hasta detrás del cerro, donde se pierden, reencarnan y llegan a otro poblado para que otras personas puedan disfrutar de su espectáculo circense.
Todas estas mafufadas te las digo después de hacer el amor, mientras me miras atenta con tu brazo en la parte peluda de mi pecho y yo miro el techo del cuarto. Siempre me miras muy atenta, y nunca te ríes de las estupideces tan cursis que digo. Por eso yo siempre he pensado que el día en que te arrugues toda, se te caigan los cachetes, el cabello se te despinte, se te caigan los dientes, te quedes cegatona, encorvada, sorda y pierdas la memoria; el día que suceda todo eso, para mí seguirás siendo la mujer más hermosa que he conocido… mientras me sigas mirando atenta…

P.D. Muy probablemente, para la misma fecha que saldrá el libro de Chistes Alowey, también salga un libro con una recopilación de las mejores columnas de "A la deriva..." que me publican en el periódico. Arriba está una probadita de lo que vendría en el libro.

lunes, noviembre 13, 2006

Tercera parte...

Comimos en silencio. Yo no podía dejar de mirar el tanque de los peces al fondo, con toda esa vida marina tan diversa y alucinante.
Casi todo lo que estaba servido en los platos eran verduras: brócoli, papa, coliflor, apio, zanahoria, arroz, garbanzos; era algo así como comida china o japonesa o tailandesa. El sazón era tipo curry, orégano, clavo, salsa de champiñones, queso con especias; no sé, eso fue de lo poco que mi paladar alcanzó a percibir. También había unas pequeñas porciones de lo que parecía ser una pechuga de pollo con gravy. La probé, y sí: era una pechuga de pollo con gravy. De vez en cuando, El Hombre Misteriosos hacía pausas y emitía algún comentario alabando el sabor de la comida, que, insisto, estaba exquisita.
De pronto, a mi derecha escuché que la maleza se agitaba y emitía un crepitar. Giré mi cabeza y vi a un par de cervatillos –como antílopes africanos- bebiendo de una de las fuentes. ¿Dónde demonios estábamos?
El Hombre Misterioso se quedó inmóvil sonriendo, con los cubiertos en las manos, contemplando a los venadillos. “Mira a esos traviesos: su madre ha de estar preocupada. Si tenemos suerte también veremos a la madre. Es enorme y hermosa. Es un Eland”, dijo el Hombre Misterioso. ¿Dónde demonios estábamos?
No pude más con la curiosidad; me estaba matando. Dirigí la mirada al Hombre Misterioso:

- Disculpe, Señor, pero: ¿en dónde estamos? ¿Por qué los peces… los venados –elands, digo- las plantas, todo lo… –y el Hombre Misterioso me interrumpió.

- Este es el Salón Biosfera 1. Sorprendente que se puedan hacer crecer plantas y mantener seres vivos bajo tierra, ¿no? Sin la luz del sol. Más sorprendente aún es que este proyecto existe desde 1989. Tiene poco más de 15 años. Interesante, ¿no? Y todo este milagro es sabiendo utilizar la energía del aire, los temblores y del núcleo terrestre. Bueno, y unos cuantos millones de dólares, jeje. Pero bueno, eso ya lo verás en el disco.

Los cervatillos desaparecieron saltando entre el follaje. El Hombre prosiguió:

- Nosotros no tenemos nada que ver con el gobierno, la política, el narcotráfico, las guerras y de más cosas que tal vez estés imaginando debido al poder económico que asumes que tenemos. Nada de eso nos compete. Nada de eso nos importa. En nada de eso influimos. Digamos que no de manera directa. Mira -y volvió a llamarme por mis dos nombres y mis dos apellidos, mientras posaba los cubiertos sobre la mesa-: hay de locos a locos. Lo mejor, o lo peor, que le puede pasar a este planeta, es un loco con dinero. Con muchísimo dinero. Un loco que domine al mundo. El dinero enloquece a cualquiera; el dinero mueve al mundo, eso es cierto, por más cínico que este comentario sea. Al mundo ya no lo mueven los ideales, el amor, la paz y esas emociones de buena voluntad. El dinero da poder, otorga respeto, compra gentes, amistades, permisos, países, armas. El dinero no es malo; tampoco el poder que acarrea. Por eso te digo: hay de locos a locos. Un multimillonario loco, dueño del mundo, puede utilizar su fortuna para borrar del mapa a varios países, aniquilar a su gente y quedarse con sus recursos; el otro loco multimillonario, que aún cree en esos valores que antes movían al mundo, puede estar deprimido y preocupado por los derrames de petróleo en los mares, las epidemias que azotan a los países pobres o la cacería furtiva de especies en peligro de extinción, y crear ésto – y el Hombre Misterioso extendió los brazos y miró a su alrededor. Hay de locos a locos, ¿no?
Digamos que una buena parte de la riqueza mundial –gracias a Dios- está en manos de una sola persona; una persona justa, por llamarlo de alguna forma; aunque el desorden del mundo actual transmita lo contrario. Una persona que aún cree en esos ideales cursis de justicia, igualdad, libertad y amor que el mismo dinero ha sepultado. Ahora, imagina tener esos valores y, aparte, ser de los hombres más ricos del planeta… La nueva revolución apenas comienza. Y no te estoy hablando de un Bono o de uno de esos imbéciles que se dicen a favor de combatir el hambre y de más problemas y no donan la mitad de su fortuna para causas científicas y educativas. La revolución apenas está comenzando, con soldados como tú… -y ahora sí, sólo me llamó por mi nombre, el que uso siempre, como me dicen mis familiares y amigos.
Sabemos quién eres, qué soñabas, que anhelabas, qué sigues anhelando… sabemos que siguen vigentes en ti -y en muchos más- las políticas secretas de esta empresa... -concluyó.

Yo seguía sin entender nada de lo que ahí sucedía. Mi jefe, el Licenciado, no había hablado para nada. El corazón me seguía latiendo aceleradamente. El Hombre Misterioso tenía un tono demasiado paternal y compasivo para decir las cosas, pero su plática oscura seguía atemorizándome. No lograba calmarme. "Tú, tranquilo; relájate", me dijo casi leyendo mi pensamiento, y tomó de nuevo su tenedor y su cuchillo y cortó un pedazo de la pechuga de pollo con gravy. La hierba volvió a tronar, esta vez de manera más estruendosa.

- Miren a quiénes tenemos aquí –dijo el Hombre Misterioso volteando a su derecha.

Una pareja de rinocerontes bebían agua de uno de los riachuelos que brotaba de la fuente de piedra en la que bebieron los cervatillos minutos antes. Bebían y nos miraban, como si nos reconocieran Al fondo, detrás del cristal, un grupo de morsas y pingüinos ondeaban sus cuerpos casi al ras del techo, hipnotizándome de nuevo. Rodeándome de nuevo en esa fascinante incertidumbre. No existen palabras ni sensaciones que yo pudiera transmitirles, más que las que me robaron de la boca y me produjeron en el pecho en ese instante esas magníficas escenas. Las lágrimas estuvieron a punto de brotarme. Todo aquello era fantástico, inverosímil y cabronamente apacible…

Continuará...

viernes, noviembre 10, 2006

Buen fin de semana

Dense una vuelta por Big Blogger, ahí escribí un post nuevo.

Es que la mera verdad ya no sé ni qué fregados inventar en este cuentillo, jejeje. Se me hace que lo voy a terminar diciendo que al güey lo mataron por andar de chismoso.

Los dejo con un excelente remedio para despertar después de una borrachera:



Está coloreado a medias porque el photoshop me da mucha hueva... y me dio más hueva aún, pintarlo a mano.

miércoles, noviembre 08, 2006

Continuación del cuentillo.

Nos sentamos en la mesa y de no sé dónde salió un hombre vestido de mesero. Le entregó un fólder color amarillo al Hombre Misterioso y después nos sirvió agua a los tres. “Muchas gracias… puedes retirarte”, dijo el Hombre Misterioso. El mesero obedeció haciendo una reverencia y se perdió entre la maleza del salón. Yo no podía dejar de mirar el espectacular acuario del fondo: con sus arrecifes de coral y una variedad extraordinaria de peces. Otro tiburón martillo pasó nadando lentamente, flotando casi inmóvil con gracia y delicadeza.
El Hombre Desconocido bebió del vaso de agua y mi jefe lo imitó; y pues yo hice lo mismo instintivamente.
El Hombre se volvió a dirigir a mí con mis dos nombres y mis dos apellidos, y me dijo:

“Aquí en este fólder tengo todo lo que de ahora en adelante vas a hacer y vas a dejar de hacer. Todo lo que ahora vas a comer, lo que vas a dejar de comer, de tomar, los hábitos que vas a tener, los que vas a dejar… No hay nada que nadie no haya podido hacer, son simplemente requisitos que tu cargo actual y tu posición en el organigrama de esta empresa exigen. Tal vez lo más difícil va a ser la terapia mensual con sanguijuelas, pero eso ya lo verás en el disco y te lo explicaremos detenidamente. Sé que todo esto te parece muy extraño, pero así tiene qué ser. Lo tenemos que manejar con mucho hermetismo. Te pido una disculpa si he sido descortés, pero pronto sabrás todo lo de este asunto”, y me llamó otra vez por mis dos nombres y mis dos apellidos. El Hombre Desconocido continuó hablando:

“Después de comer te pasaremos a una sala en donde proyectaremos el dvd que viene dentro de este fólder. Espero estés preparado para verlo. Te recomiendo que olvides todo lo que has aprendido y pensado hasta hoy, pues muchas cosas te van a sorprender y otras a lo mejor ya las sabías o sospechabas que así eran. Para que comas tranquilo te daré un adelanto de lo que más o menos verás, para que te vayas dando una idea y dejes de estar nervioso con tanta incertidumbre. Lo que verás en el disco son secretos que sólo unos cuántos conocemos por nuestra posición social. Sin darte cuenta, entraste a la elite de los que dominan el mundo. Nunca te lo imaginaste, lo puedo apostar; pero sin embargo, aquí estás. Como has de saber, el mundo tiene un sólo dueño: una corporación lo domina todo. Te sorprenderás cuando sepas cuál es. Y tú trabajas en una de sus ramificaciones. Tu puesto y tu sueldo te hace acreedor a saber ciertas cosas que no todo el mundo sabe. Sé que este discurso te sonará comunista, pero los comunistas, rojillos, izquierdistas, o como quieras llamarlos, y toda esa gente que uno tacha de loca y anarquista tienen razón cuando dicen que el mundo tiene un solo dueño y que todo es un complot. Es cierto lo que dicen, aunque los tachen de locos. De hecho, parte de nuestro trabajo consiste en eso: que la gente común crea que están locos; para que nadie que no esté dentro de la corporación sepa los secretos que se han guardado celosamente por años. Parte de nuestro trabajo es que nadie sepa nada y que etiqueten de orates, hippies renegados o bohemios a esas personas que saben la verdad o la sospechan. Esos comunistas y librepensadores –por llamarlos de alguna forma- alguna vez estuvieron aquí como tú, en ese lugar, pero no aguantaron las revelaciones del disco y se hicieron disidentes, y ahora tratan de hacerle saber al mundo todo eso de lo que te vas a enterar. Va a ser duro y difícil de asimilarlo; te lo advierto. Saber tanto tiene sus desventajas cuando uno es un hombre de buen corazón; pero también tiene sus ventajas. Por ejemplo: ¿Sabías que el SIDA y los cánceres son curables y no son las gravísimas epidemias que dicen los medios masivos que son? Pero parte de nuestro trabajo consiste en hacerle creer eso a la gente. ¿Sabías que Juan Pablo II murió en el atentado que tuvo y quien estaba en su lugar era un doble que la mafia italiana puso?, ¿sabías que muchos millonarios excéntricos tienen como hobbie ir de cacería de humanos a aldeas olvidadas en Brasil y Sudamérica?, ¿que África es propiedad de los Estados Unidos?, ¿qué el 9/11 fue planeado por el mismo gobierno de los Estados Unidos? Bueno, apuesto a que esto ya lo sabías. De hecho, todo ese teatro de las Torres Gemelas les salió muy mal actuado, porque mucha gente se dio cuenta de la gran farsa; y de lo que se trataba era de hacerle creer a la gente otras cosas y de inventarles un enemigo que justificara la guerra. La gente no es estúpida; hay que hacerla estúpida. He ahí donde entran en acción los medios masivos. ¿Sabias que Osama Bin Laden estaba protegido en ese mismo país por la misma gente que lo culpaba del atentado? O ¿acaso alguna ves creíste que estaba en una cueva escondido? Y mucha gente lo cree. He ahí el poder de los medios. ¿Sabías qué la clonación es una gran farsa al igual que los viajes al espacio y la conquista de la luna? Nunca han existido; sólo un idiota creería que esas fotos de la superficie lunar y de la bandera gringa son reales. Ninguna cámara fotográfica de esa época sacaba las fotos con esa nitidez; y menos, en esas condiciones espaciales. Todo es mentira. ¿Sabías qué puedes fumar toda tu vida y no morir de cáncer pulmonar?, ¿que todas las enfermedades son creadas en laboratorios y esos mismo laboratorios que te enferman son los que te venden la cura, pero no te curan del todo, para que vayas a morir a sus hospitales y te entierren en uno de sus cementerios? Es un negocio perfecto; un círculo provocado para nunca dejar de producir riqueza. ¿Sabías qué muchos de los genios, artistas y personalidades que han muerto, siguen vivos?; y no porque los hayan congelado –la criogenia también es una gran mentira-, simplemente decidieron dedicarse a otras cosas en el anonimato…
Prepárate, porque lo que vas a ver en este disco te va a cambiar… te va a impactar… No volverás a ser el mismo”, y volvió a llamarme por mis dos nombres y mis dos apellidos.

El Hombre Misterioso accionó una campanilla de metal que estaba sobre la mesa y, de la nada, aparecieron tres meseros con charolas plateadas y humeantes, y nos sirvieron de comer. Nunca en mi vida había probado comida tan sabrosa.

Continuará…

lunes, noviembre 06, 2006

Cuentirijillo

Después de leer ésto, tal vez no puedan volver a dormir tranquilos como antes.

Todo comenzó cuando empecé a ganar arriba de 150 mil pesos mensuales; hace un par de semanas me dieron el aumento. Bueno, son más de 200 mil pesos libres de impuestos contando las prestaciones, los vales de despensa, de gasolina y de más beneficios que ofrece la empresa: seguros de gastos médicos para toda mi familia, seguro contra todo tipo de accidentes para mis coches, la educación de mis hijos –también pagada por la compañía- y los viáticos en los viajes de negocios y vacaciones. Es una lana.

Fue ese día, el primer día de mi aumento de sueldo y de mi nuevo puesto, cuando me hicieron las revelaciones que a continuación les contaré. Espero contar con su discreción.
Desde ese día, no he vuelto a ser el mismo. Y no porque el dinero me haya cambiado, sino que ¿quién podría ser el mismo cuando se entera de tanto? Cuando el concepto que uno tenía del mundo resulta ser completamente erróneo y la realidad resulta ser lo contrario a lo que uno creía. No es correcto que escriba sobre este tema; de hecho, me lo tienen prohibidísimo, fue lo primero que me advirtieron cuando me hicieron las revelaciones: que no le dijera nada a nadie. Si alguien se llegara a enterar de lo que estoy escribiendo, es muy probable que me maten o me desaparezcan. Y no dudo que se enteren. Dicen que a quien le hacen las revelaciones lo monitorean todo el tiempo sin que se dé cuenta, durante un año o más, para ver qué tan confiable es la persona a la que se le revelan los secretos. Pero a mí me es imposible vivir con esta carga.

Todo empezó ese día en que me citó el Licenciado -mi jefe y dueño de la empresa, una de las más importantes del país y la número uno en producción de acero- en la sala de juntas. Fui de inmediato. Entré en el amplio recinto de mármol, pinturas, estatuas, alfombras persas y espejos. Junto a mi jefe, sentado en el lujoso sillón de piel negra, estaba un hombre que nunca había visto en los casi 20 años que llevo trabajando en la empresa. El Hombre Desconocido –de unos 60 o 65 años- se puso de inmediato de pie y me saludó muy amablemente llamándome por mi nombre completo -con los dos nombres y los dos apellidos-, pero él no me dijo el suyo. Y yo tampoco lo pregunté al ver que mi jefe hacía una disimulada seña que me indicaba que guardara silencio.

Nunca había visto a al Licenciado tan sumiso y tan callado. El jefe siempre estaba dando órdenes, estresado, acelerado, regañando gente; a veces era déspota y arrogante. Pero frente al Hombre Desconocido, mi jefe parecía un indefenso perrito, un alumno barbero que quiere quedar bien con el profesor.
No me ofrecieron café ni un vaso de agua; tampoco me dijeron que me sentara. En silencio, el Hombre que yo no conocía tomó un control remoto similar al de una televisión y apuntó hacia una pared de la ostentosa sala de juntas. La pared se abrió. ¡A la madre! ¿Qué está pasando? Todo empezó a parecer irreal. Parecía un programa de esos de bromas y cámaras escondidas, pero al ver el rostro del Licenciado, pensé que nada de lo que estaba sucediendo era una broma. Debo de confesar que tanto misterio y tanto silencio me causaba un poco de miedo. “Adelante”, me dijo el Hombre Desconocido extendiendo su brazo y dejando al descubierto el reloj más lujoso y con más diamantes que había visto en toda mi vida. Obedecí y entré. Era un elevador.

Tras de mí entró el Licenciado y luego el Hombre Misterioso. Se cerró la puerta con delicadeza, sin emitir sonido alguno. No sé si subimos o bajamos, pero el trayecto fue largo y mudo. Como de 20 o 30 pisos si lo medimos en niveles de un edificio. El Hombre Misterioso miraba parco hacia el frente y esbozaba la misma sonrisa amable, casi imperceptible; el Licenciado seguía muy callado, lo notaba algo nervioso y eso hacía que yo me pusiera más nervioso. Ese silencio y ese nerviosismo me decían que no rompiera el hielo con ningún comentario.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando el ascensor (o descensor) se detuvo y la puerta se abrió suavemente; casi en cámara lenta. La loción del Hombre Desconocido dejó una estela cuando salió del elevador. Salió mi jefe detrás de él y después yo. Mi fascinación y desconcierto aumentaron. Es indescriptible la sensación que tenía en el cuerpo.

Estábamos en una enorme galería con fuentes, cascadas, riachuelos, aves cantando y vegetación por todos lados. No en macetas ni en jardineras; vegetación de todo tipo, plantada en tierra, pero bajo techo. Todo el jardín estaba iluminado, pero no por los rayos del sol. Al fondo del opulento salón botánico había un inmenso tanque de peces que hacía la función de una pared. El cristal iba del suelo hasta el techo y como que curveaba o rodeaba unos pasillos que conectaban con otras habitaciones. El Hombre Misterioso miró mi estupefacto rostro y sonrió. Llegué a imaginar que estábamos bajo el mar cuando vi pasar a un tiburón martillo por detrás del vidrio; pero era imposible: mi ciudad no tiene mar. Todo era maravilloso y terrorífico a la vez. Era imposible creer todo aquello.
Al centro de todo ese “paraíso”, había una mesa con tres sillas: una mesa llena de comida, frutas, vegetales, copas, botellas de vino, vasos de cristal, servilletas de tela en forma de cisnes, cubiertos de esos que nadie sabe usar (para el postre, para la sopa, para la ensalada), etc. “Adelante”, volvió a decirme el Hombre Misterioso, apuntando a la mesa en señal de que tomara asiento. Todo era silencio, salvo el agua corriendo entre las piedras, el canto de las aves y el agudo rechinar de las sillas cuando nos sentamos.

Continuará...

viernes, noviembre 03, 2006

Ay wey, los Chistes Alowey...

Aguanten con lo de los Chistes Alowey, raza. No he podido sacar más por falta de dinero y exceso de trabajo. Acuérdense que les dije que los 100 primeros que saqué se acabaron ese día de la Feria del Libro. Tengo todavía 10 o 12 ejemplares que voy a darles a los que quedaron en venir por ellos porque el trato era ese: los primeros 100 que sacara los iba a regalar, siempre y cuando, vinieran (o fueran al evento) por ellos. Por ejemplo: a los del D.F. les voy a mandar los suyos con Armando Sámano, que viene la próxima semana. Porque neta que cobrarles el envió se me hace gacho pa´una méndiga revistilla de 24 páginas y, sacar más y mandárselas a sus tierras sin costo, pues está medio cabrón porque me quedé sin lana y vienen gastos juertes, jejeje. Espero comprendan, amiguis, snif.

Peeerooo... Hay buenas noticias:

La cosa es que hay un proyecto con la editorial que le ha publicado libros a Armando Vega Gil, famosísimo músico ex Botellita de Jerez, escritor del Diario de un Gacarocker (en la revista La Mosca) y actual ganador del Premio de Cuento San Luís 2006.

Esta editorial está interesada en sacar un tiraje grande de Chistes Alowey, de unas 50 páginas a todo color, empastado y todo muy acá, muy bonito. Y pues si es así, pues estaría a toda madre, porque los costos bajan y el tiraje sube.

Lo que les propongo es: por qué mejor no se esperan a que saque esa edición más formal, con tiras inéditas, con el doble de páginas, con la reencarnación de Panchito López, con la historia de los personajes (el Ocelote Verde, El Rey Miadas, los Duendes del Sueño, etc.) y que -más que nada- va a ser un libro y no una revista como la que saqué primero. Por eso: por qué no empiezan a mandarme todos sus datos para ir haciendo un directorio y, cuando salga (esperemos que antes de navidad), les aviso cómo va a estar el rollo del envío y el costo y el número de cuenta y de más.
Mándenme todos sus datos (código postal y un teléfono, pa´ que luego no salgan con que se perdió el paquete o no había nadie en su casa) a guffocaballero@yahoo.com.mx

Los dejo con un Chiste Alowey inédito: