miércoles, noviembre 30, 2005

good brother...

Yo, la verdad, soy muy bruto pa´decir las cosas cuando alguien necesita palabras de aliento. Si alguien necesita consuelo, le digo: "Ay, ya no mames: no eres ni el primero ni el único que corta con su vieja" o: "Ay, no mames: ¿tienes cáncer?... pos como quiera te ibas a morir de algo ¿no?". Soy muy pendejo pa´ser el hombro de los llorones; es más: no me gusta ser el pinche hombro de los llorones ni de las pinches viejas plañideras (y si no saben qué es plañideras, pos búsquenlo en el diccionario, huevones). Hace poco hablé con mi hermana La Xim (la cual es tan guapa como yo... igual y poco menos) y me platicó su situación en el extranjero: con su trabajo, su situación siendo recién egresada de la maestría, su situación de soledad, aduanal, su situación familiar, su situación con su novio hindú (le gustó la salchicha kilométrica... yo respeto..)y con la religión de éste y; la verdad, me dió una hueva tremenda que tan siquiera terminara de platicarme su vida. Lo único que le dije fue "callate y dejate de jaladas", y en resúmen esto fue lo que el hermano mayor (osea yo) le dijo: "Ximena, mira y escucha bien lo que te voy a decir: yo soy tu hermano y respeto tu vida así como tú respetas la mia y nunca te voy a juzgar como tal vez lo van a hacer mis padres o mis tios o mis primos o la chingada. Soy tu hermano porque voy a estar contigo decidas lo que decidas o hagas las pendejadas que hagas (porque de las pendejadas se aprende mucho). Cuando decidas quedarte en el extranjero a trabajar o cuando decidas regresarte a trabajar, aquí voy a estar. Voy a estar ahí cuando te embaraces sin decidirlo o te embaraces por amor, o por accidente o por cachonda o porque te decidas embarazar; estaré contigo cuando te estés cagando de miedo porque quieras abortar un bebé (y yo sería el primero en llevarte a una clínica clandestina de abortos) y también estaré presente cuando quieras que te haga una pedota y una fiestota por ese bebé. Te apoyaré cuando me digas que eres bisexual, lesbiana, golpeadora, swinger, zoofílica o mujer sumisa golpeada e iría a madrear al guey que te golpea (con tu permiso, claro está); o si me dices que te vas a casar con un Hipopótamo Pigmeo, con el Chango 100 o con El Huevo, también lo aceptaría". A lo que voy es: El amor se manifiesta y se justifica de mil maneras, así lo dijo el Filósofo de Cantina. Tal vez yo no soy un hermano que manda tarjetas, que escribe mails, que se mete al msn dos horas; pero soy el único cabrón que va a estar ahí por tí, hagas lo que hagas, decidas lo que decidas, la cagues cuanto la cagues, triunfes cuanto triunfes, etc, etc. Este es un post homenaje al amor a la familia que irán presentándose poco a poco; ya ven que es pinche época navideña y la familia pesa más que nunca.

martes, noviembre 29, 2005

vuelve mi camarada jupiter...

Jupiter Zeuz, Caballero Jedi retirado y compañero de borrachera, socio de imprenta y futuro marido mandilón, hizo su primera comunión y se bautizó el domingo. Obviamente, queridos lectores, habrán deducido lo anterior con sólo leer tan paganos nombres que le puso su padre en un arranque de mitología griega durante una peda con Bacardi blanco. Lógicamente Zeuz, como lo llamo de cariño, nunca cumplió con los cánones religiosos hasta que se lo agarraron de los huevos... digo, hasta que se enamoró y decidió casarse. Se veía tan divino el Jupi a sus 33 añotes, listo para entrar a la iglesia a que le cortaran los cuernitos y la cola; me recordó a la película aquella de Juliancito: cargando su velita, vestidito de blanco; nomás le faltó la capita de principito y derramar lágrimas frete al altar. Pero este güey más bien parecía Chabelo. Lo chido fue que mi camarada el Ñoño, futuro político gandalla del estado, probó su nueva camarita digital y un aparato muy "motherno" que quema dvds directamente de la memory stick. "Jupiter Zeuz Bautista", es el nombre del nuevo documental religioso que pueden conseguir en cualquier VIPS en la compra de unos Halls sabor Mentol Liptus. No se pierda las escenas donde el camarógrafo trata de hacer reir al recién bautizado, donde el camarógrafo le chifla y le grita "Heyt, el niño ese grandulón, voltée a la cámara por favor", no se pierda las caras de pendejo que ponía el Jupiter mientras hacía como que escuchaba misa y leía la biblia y no deje de ver el behind the scenes donde confiesa que la neta si estaba poniendo atención a lo que decía el padre. Los críticos del mundo la recomiendan y la clasifican como "¡una deliciosa comedia para toda la familia!!!", "two thumbs up", "no había habido un documental tan acertao desde Farenheit 9/11", "¡un clásico!!!".

lunes, noviembre 28, 2005

pre navideño clasemediero...

Estábamos estacionados en una farmacia Benavides, arriba de la caribe roja en la que una vez nos fuimos hasta Houston. Hacía frío y creo que yo tenía unos 8 o 9 años. Mi papá tuvo que decirme que Santa Clos no existía para que yo pudiera comprender la situación económica por la que pasaba mi familia y para que no me fuera a poner triste si no recibía los regalos que había pedido en aquella carta con destino al Polo Norte. Nomás no le vayas a decir nada a tu hermana, me dijo mi padre con cierto dolor en el corazón que percibí en el tono quebrado de su voz. Lloré; lloré mucho. Llegué a la cena en casa de mi abuelita y mis ojos estaban hinchados y rojos aún. Mis primos estaban contentísimos porque ya querían que fuera el día siguiente para encontrar el pinito lleno de regalos. Me sentía muy mal de ser yo el único que sabía la cruda verdad. Esa noche, después de la cena en casa de la abuela, ayudé a mi padre a poner los regalos de mi hermana bajo el pinito iluminado, a un lado del nacimiento y uno que otro monito de he-man que yo había puesto porque no tenía pastores ni un rey mago; ahí sobre el paistle que había orinado la Pinina, nuestra chihuahueña, ahí pusimos los juguetes. Me temblaban las manos, se me sacudían las piernas; me sentía cómplice de una horrible mentira que tenía que callar para no desgraciar inocentes infancias. Sentí que no tenía nada que estar haciendo ahí. Me sentía como el niño ese de 13 años que lo lleva su padre a que pierda la virginidad con una prostituta gorda y apestosa para que se haga hombre; así me sentí, con ese miedo a perder la pureza de la vida y mancharla. Me pregunté qué más era una farsa en la vida, qué otras mentiras me habían echado para no estropear mi mundo color blanco, mi vida color rosa, para no ponchar las nubes donde dormía y soñaba. ¿Qué tanto habían maquillado mi mundo para no hacerlo horrible, como en realidad era?. ¿Existía la paz mundial?, ¿la gente buena?, ¿los matrimonios felices? ¿Cuántas mentiras más me habían echado y me tendrían que decir la verdad después de un tiempo?, ¿cuándo pensaban decírmelas? Entre más pronto, mejor para mi; pero tenían qué dejarme algo en qué creer. Quieres poner tus regalos en el pino, me dijo mi padre, ¿o ya los quieres abrir? Desde esa noche, las navidades no volvieron a ser las mismas: el asombro, la sorpresa y la espontaneidad se marchitaron como pino abandonado en banqueta la segunda semana de enero. Dejé mis regalos ahí –no recuerdo qué juguetes eran- para levantarme junto con mi hermana, bajar corriendo al pinito y fingir asombro para seguir con la farsa que mantendría feliz a mi hermana un par de años más. Mis padres tuvieron que decirme que Santa Clos no existía y lloré y lloré mucho; no sé si por los problemas de dinero de mi familia o por el derrumbe de una fantasía en la que creía; o porque tal ves nunca imaginé que las personas que me amaban me iban a echar una mentira tan grande, la iban a sostener por tanto tiempo y, por último, me tumbarían de esa nube para caer de cara en el pavimento de la vida real

viernes, noviembre 25, 2005

telenovela clasemediera...

Sólo una vez he visto llorar a mi madre: la vez que la cajuela del Maverik 73 color pistache se le cerró en la nariz, dejándosela morada e inflamada como berenjena por unos cuantos meses. Bueno, también la vi llorando otra vez, pero esa no me gusta contarla. La oí sollozando en su cuarto; estaba encerrada con llave. Toqué en la puerta y nomás escuchaba cómo se sonaba los mocos y disimulaba la voz. Seguí tocando angustiado la puerta hasta que la abrió. "Es que me duele mucho la cabeza, mi amor", me dijo. Pero yo sabía que lloraba de frustración porque no podríamos salir de vacaciones a la playa, como algunos años lo habíamos hecho con mucho esfuerzo, con todos mis tíos y mis primos. Tal vez era una pendejada llorar por eso pues había miles de personas que nunca habían salido de vacaciones; pero la frustración del clasemediero dicen que a veces es aún peor que la del pobre. Era un llanto lleno de coraje, un berrido lleno de impotencia ante una situación que tal vez ella consideraba una injusticia de la vida y a la que se tendría que resignar para siempre. Era injusto que mi padre trabajara 365 días al año en un negocio propio que -desgraciadamente- sólo producía lo necesario para seguirlo trabajando y manteniendo y darle de comer a tres hijos a cambio de esclavizarse a él de por vida. Trescientos sesenta y un días de partirse el lomo más de 10 horas diarias en su negocio para no poder irnos a la playa por tan sólo cuatro días. Me puse triste porque yo no quería ser pobre porque los niños pobres me dan lástima cuando los veo en la calle. Me encerré con llave en mi cuarto -donde también dormían mis hermanas- a llorar. De grande yo no quería un trabajo así.

jueves, noviembre 24, 2005

de graduación...

No eran las notas del pandero que meneaba la chichona del micrófono, ni las de la guitarra eléctrica barata que tocaba el músico de coleta las que inundaban de alegría el salón de eventos; era esa algarabía y ese orgullo que sentían nuestros familiares de que ya nos podían llamar "Licenciados" lo que se respiraba en el lugar. Era mi graduación. Recibí de regalo: plumas, maletines, agendas, corbatas y de más parafernalia de Gutierritoz de Oficina. "Ya se graduo, pues hay que darle todo el kit de burócrata", creo que pensaban. Me sentía miserable, pero la familia se sentía a toda madre; eso era lo que importaba.
Era casi medio día y aún traía puesto el smokin, pero había perdido la faja, las mancuernillas y manchado la camisa de jugo de uva. Los zapatos ya no brillaban tanto por las gotas de vómito y el lodo seco en los bordes de la suela. El sabor de mi boca era desagradable y el olor más insoportable que una caca de albañil en lote baldío. Caminaba por la calle lateral a la avenida principal y me sentía ridículo. Domingo, 12:46 pm y yo en smokin con una resaca horrible dirigiéndome por el coche de mi mamá al salón de eventos en el que lo había dejado estacionado. Me preocupaba que estuviera cerrado por ser domingo y tuviera que regresar en taxi a casa y tener que ir por el carro –otra vez en taxi- hasta el día siguiente. De buenas, el estacionamiento estaba abierto. La mano me temblaba al momento de sacar la llave y tratar de abrir la puerta del auto. Me quité el saco y me arremangué la camisa. Por fin logré abrir la puerta del coche. Subí. Me quemé el antebrazo con el volante y grité un chingatumadre que nadie oyó. Lo único que quería era dormir y quitarme ese malestar físico que, ignoraba si era por la cantidad de alcohol ingerida o por ver la cruda realidad de haber dejado ya de ser un estudiante. Fui directo a mi casa. Todo el camino fui pensando en el regaño que recibiría por la hora de llegada y mi estado de gato revolcado que, obviamente, detectarían por el fétido olor de mi boca, mis axilas, mi cabello y mis ojos rojos. Le resté importancia al ver que en casa no había nadie.
Desperté a las 8 de la noche, todavía con un sabor horrible en la boca pero ya sin el dolor de cabeza. Mezclé whisky con cerveza y luego vodka con jugo de uva y piña. Cuando no traes carro te vale madre y, a veces, trayendo carro también. En la graduación no había más que whisky para tomar, y pues me lo tomé. En la torna graduación llevaron cartones de cerveza y me las tomé. Después unas amigas sacaron unos jugos y 2 botellas de vodka que habían escondido en la cajuela de un carro y también tomé. El efecto fue devastador. Había terminado la carrera profesional, tenía 22 años y la vida empezaba a joderse. De sentirme único, había entrado automáticamente al club de los del montón. Era otro licenciado, uno más de los tantos que hay. Como si el mundo necesitara más licenciados, ingenieros o abogados. Mis padres presumían orgullosos que su hijo "ya era un licenciado" y yo me sentía patético cada que lo mencionaban. Otros compañeros sí se pavoneaban y miraban por encima del hombro, con esos ojos perdonavidas, porque ya "eran alguien"; pos sí, como nunca fueron nada ahora se sentían alguien. Yo pensaba que era ahora cuando pasábamos a ser unos don nadies y a jodernos. Continuará...

lunes, noviembre 21, 2005

mi lucha contra las luchitas...

Antes de empezar, déjenme empiezo a tirar tantita cuacha (nomás tantita): El Vaticano critica la eutanasia en México que porque dicen que con ese acto se desecha a quienes no sirven. ¡Vaya, hasta que lo aceptaron!!! Han desechado a los indios, a los ciegos, a los paralíticos que no ganan medallas de oro, a los retrasaditos mentales que no son políticos, a los ancianos, etc, etc; y ahora es que se preocupan y vienen con esa mamada de no matar a los mensitos.
Carta de recomendación para los de Playboy México: Saquen en pelotas a Laura Zapata, hermana cincuentona de la Thalia, no sean cu&os y lléguenle al precio; esa ñora está bien buenota, archirebuena y aparte estudió Leyes y le pueden hacer una entrevista inteligente y excelente, no como las otras asquerosas que sacan como la Lilian de la Chocha y la Sabrina chichis cancerosas... buakatelas!!! Puro mugrero.
Empieza el post: La lucha libre me caga tanto como el mariachi, el tequila y Chente Fernandez. Siento repulsión por los güeyes que les brota lo macho cuando pagan un mariachi (esos que cantan con huevos y se golpean el pecho a la primer rola) o les sale lo maricón con "tres regalos" o "página blanca" (esos que lloran por la vieja que los dejó... pos no que muy machos, putitos). El tequila no lo he vuelto a tomar desde hace como 10 años, después de una borrachera espantosa que me puse con ese liquidito que sabe a orina de manatí. Y Chente Fernandez: Dios mío; es lo mismo que el mariachi, nomas que es famoso, se presenta en palenques, se injerta pelo, se lo pinta y lo van a ver viejas dolidas y narcos. La lucha libre es lo mimo, pero pior. Ahora resulta que lo que antes era naco y arrabalero y underground, los fresitas lo han puesto en una posición de ser algo cool; porque la coliseo se llena de fresitas y culturosos los martes de lucha libre. Ya no van los compitas borrachos con el pantalón a media nalga, la viejita que vende semilliats y le mienta la madre a los rudos; es más, ya hasta aumentaron los precios y echan Maestro Limpio en los pasillos. Recuerdo que mi papá me llevaba a ver pelear a Super Muñeco y a Super Ratón y me compraba mis rings de madera y mis luchadores de plástico. Pero ahora, dios mío: las máscaras, los cuadrilateros de madera y los luchadores de plástico que mi padre me compraba de niño, ahora los culturosos los compran para hacer sus fotos raras y sus "performances" y sus exposiciones de fotografía y sus diseños vanguardistas mexicanos y kitsch... puuuuaaaajjjj!!!! Para ellos la cultura mexicana es una máscara de Pierrot u organizar un cineclub donde pasen las películas del Santo. Asco total. Una máscara de luchador se me hace lo mismo que un condón de esos que no son sensitive. El pedo es que los fresitas piensan que se dan baños de pueblo por hacer de lo naco algo cool o, de lo que ellos consideran mexicano, algo underground y artístico. A lo que voy es: ¿Qué de impresionante o llamativo puede tener ponerse una máscara en la cara???.....la mayoría de la gente las usa a cada rato; no sé que le ven de artístico.

domingo, noviembre 20, 2005

más cosas de morritos...

Me gustaba ir en sentido contrario de las escaleras eléctricas: subir las que iban para abajo y bajar las que iban para arriba, lo que no me gustaba era que el maricotas del guardia de seguridad del centro comercial me acusara con mis padres. Me gustaba subir los escalones de mi casa de dos en dos, pero dejó de gustarme cuando resbalé y caí con la barbilla justo en el filo del noveno escalón, uno antes de llegar al segundo piso. Me daba risa cuando Kiko decía "¡chusma, chusma, prrrt!", pero se me engarruñaba el corazón cuando al Chavo del 8 le quitaban su torta de jamón. Disfrutaba ver a través de la tela negra que cubría la bocina del tocadiscos, imaginando que había alguien cantando dentro de ella, pero no me gustaba cuando me daban la explicación técnica de cómo funcionaba realmente el tocadiscos. Me gustaba que mi abuelita me regalara ollas de lentejas en mi cumpleaños o me llevara pays de piña Marinela los fines de semanas; también me gustaba quedarme a dormir en su casa porque me dejaba dormir en la parte de arriba de la litera, pero no me gustaba que mi mamá se enterara porque nos regañaba a mí y a mi abuelita. Me gustaba que mi mamá me cortara la carne en pedacitos, pero no me gustaba que mi papá me regañara por no hacerlo yo mismo. Me gustaba dormir en el cuarto de mis padres, pero no me gustaba que la razón fuera que había tenido pesadillas. Me gustaba la nieve, pero en esta ciudad nunca nevaba, sólo caía hielo. Me gustaba la playa, pero sólo podíamos ir una vez al año. Me gustaban el helado de guanábana, pero no me gustaba la punzada traicionera en la sien cuando lo comía muy rápido. Me gustaba esconderme de mis hermanas y luego salir y asustarlas, me gustaban las albercas, pero no me gustaba tocar el fondo con la mano porque me tronaba el oído. Me gustaba tener mascotas, lo que no me gustaba era cuando se morían porque lloraba mucho. Me gusta mi vida, me gusta el mundo; pero podría ser mejor. Algunas veces no me gusta el mundo y lo odio y no me gustaría vivir en él; pero no me quiero morir.
Saludos y buen inicio de semana pa´tochos morochos.

jueves, noviembre 17, 2005

el antifilósofo de cantina...

Nos cruzamos a la cantina de enfrente porque la cantina que acostumbramos -esa donde merodea el Filósofo de Cantina- estaba cerrada sin razón aparente... o por aparente hueva de los dueños. Entramos y no se veía mal el lugar; hasta pipirisnais se sentía el ambiente con sus sillas forradas de tela, sin ratones, con madera en las paredes y uno que otro teporocho con pinta de político, empresario o empleado bien pagado, de esos que se aflojan la corbata, se deja el gafete de la empresa y se arremangan la camisa y ya no se devuelven al jale. Todo estaba bien hasta que nos enteramos que ahí no regalaban la botana sino que uno tenía qué pagarla, snif. Ni unos mendigos cacahuatitos nos ofrecieron los hijos de su tacaña madre. Eso sí, la cerveza estaba al mismo precio pero menos fría... eso si es pa´meterles corcholata tras corcholata por el cuchufleto. Los meseros eran más mamones, lo que justificó sin remordimientos el hecho de no dejar ni siquiera una estampita de los Huevocartoons como propina. Y, en efecto, estaba la antítesis del Filósofo de Cantina: el gemelo malvado, el hermano perdido, el supermán bizarro de tan femenino y perfecto personaje que alaba a la mujer y a la vida y al amor. Era obvio imaginarnos esto, pues el diámetro en en que se encuentran ambas cantinas forma un yin yang perfecto y salimos del color blanco pa´irnos a meter al color negro. Escuchábamos su plática: "Yo cuando cumpla 30 años de casado con mi veja, me la voy a llevar a Japón", decía con cara de presumido. "No mames", le dice un catarrín trajeado de corbata floja, "imagínate lo que le vas a tener qué regalar cuando cumplan 35 años de casados". A lo que el Antifilósofo de Cantina contestó: "Ah no, a los 35 años de casados me devuelvo por ella a Japón". Pa´mamadas y chistes malos mejor veo Otro Rollo. Está por de más decirles que nos terminamos la cerveza caliente y nos fuimos de ahí; sin dejar propina y deseando que su madre -la del Antifilósofo- se subiera en una bicicleta sin asieto y se lanzara por alguna vereda de los Alpes.

miércoles, noviembre 16, 2005

la típica doña pelos...

Le decíamos Doña Pelos pero no recuerdo su nombre real. Doña Pelos era una señora del barrio que se la pasaba regañándonos por cualquier cosa. Le pusimos ese apodo en honor a la verdadera Doña Pelos: una prieta gordota y fea que vendía hamburguesas en un puesto de madera al que nuestros padres no nos dejaban ir, pero comoquiera íbamos sin que se dieran cuenta. Doña Mary, la dueña del puesto, si era bien buena gente; pero la otra Doña Pelos no. Balón que se iba a su patio, balón que dábamos por perdido, porque no teníamos el valor de tocar en su puerta o de brincarnos a escondidas en su patio a recuperarlo. Nos corría de la calle cuando jugábamos fútbol y echaba agua a manguerazos sobre la banqueta para que no fuéramos a sentarnos a la sombra del roble que crecía a un lado de su casa; es más: Doña Pelos mandó tumbar el árbol con tal de que ya no descansáramos bajo el follaje después de 4 horas de andar en bicicleta. Me acuerdo que una de las bardas de su casa la usábamos como portería para tirar penaltis, hasta que un día llenó todo el jardín y la banqueta de troncos con espinas para que ya no estuviéramos ahí jugando ni estacionando las bicis. Se quejó varias veces con nuestros padres, quienes le daban la razón y nos subían de las orejas o a cintarazos al cuarto, donde permanecíamos castigados. En Halloween, estrellábamos huevos en su casa -sin importarnos que hubiera niños que no tuvieran para comer- o le bajábamos el switch de la luz a su casa. Desgraciadamente, Doña Pelos sabía que habíamos sido nosotros los culpables, nos acusaba con nuestros padres y terminábamos otra vez con las nalgas coloradas y castigados sin poder salir. Es fecha que Doña Pelos no me saluda cuando me la topo, y eso que ya han pasado casi 20 años. Creo que se llama Doña Claudia, pero para mí sigue siendo Doña Pelos, la que nos tronaba los dedos y decía “rúmbenle a la chingada de aquí, cabrones!!!” A la verdadera Doña Pelos, la del puesto de hamburguesas, le dejamos de decir así y la empezamos a llamar por su nombre: Doña Mary; porque a ella sí la apreciábamos mucho, a pesar de las cucarachas que se paseaban por las ollas y los platos donde preparaba la comida. Yo tampoco he tenido el valor de irle a pedir una disculpa a Doña Pelos, o irle a decir que simplemente éramos unos niños. Espero no me guarde rencor, porque yo le agradezco tan bonitas vivencias y tan buen material para escribir un post.

martes, noviembre 15, 2005

enseñanza del filósofo de cantina...

Cuando andas con una menor de edad te dicen que por qué no puedes conseguir a una de tu edad, que porque te van a meter al bote. Cuando andas con una mayor que tú te dicen que por qué no puedes conseguir a una de tu edad; que si eso se te dificulta o que si tienes problemas de autoestima. Te van a criticar cuando salgas con una que consideren fea, y también te criticarán cuando salgas con una que consideren que es más guapa que tu; te criticarán cuando andes con una pobre, porque pensarán que anda contigo sólo porque tienes más sopas maruchan y palomitas para microondas que ella. También te criticarán cuando andes con una rica (de lana y de cuerpo), porque dirán que eres braguetero, que eres su títere y que con dinero te compra; y los padres de ella dirán que tú eres Pancho el mecánico de la novela Quinceañera, que te estas aprovechando de ella y su situación. No les gustará cuando andes con una divorciada, o con una madre soltera, o con una chavita que quiere andar cada fin de semana en la discoteca y te deja plantado por irse con sus amigas. Lo único que yo les respondería a todos esos que los critican, sería: “No es que no me pueda agarrar a una vieja de mi edad, o a una que quiera ser la madre perfecta, ni tampoco que no pueda agarrarme a una que sea soltera o millonaria; o una que tenga el autoestima más baja que yo o a otra que me levante el mio. Simplemente soy tan hombre que me puedo agarrar a la vieja que yo quiera: sea menor, mayor, casada, soltera, viuda, divorciada, loca, cuerda, estudiante, mocha o hasta católica. Porque yo no las juzgo: simplemente les doy eso que siento que vibra como celular en el pecho que dicen que se llama corazón. A lo que voy es: ¿Por qué John Lennon se quedó con la vieja más pinche fea que encontró siendo que se podía conseguir a la más buena???” El amor va muy pero muy allá de lo que creen.

viernes, noviembre 11, 2005

7 palms street


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Desde el patio de la oficina se alcanzan a ver unas palmeras, o mejor dicho, la parte de arriba de unas palmeras, pues las bardas, techos y tinacos de las casas las tapan casi en su totalidad. Son siete palmas que están plantadas en la banqueta de la escuela que está en la calle de atrás. Esas palmeras son la única razón por la que salgo al patio; bueno, también salgo cuando necesitamos alguna tina para trapear o el tambo de la basura. Dentro de tres días van a venir unos trabajadores a techar el patio para hacer una bodega, lo que me impedirá volver a ver las palmeras. No tendré otra razón –aparte de la tina y el bote de basura- para ir a la parte trasera de la oficina, donde estaba el patio y ahora estará la bodega. Ya no correrá el aire, ya no habrá techo de algodones ni palmeras al fondo. Tendré que irme a sentar a la banqueta de enfrente de la escuela primaria Benemérito de las Américas para contemplarlas sin razón aparente, mas que una sensación de libertad que sólo yo conozco.

jueves, noviembre 10, 2005

fotogénico


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Este morrito enchilado soy yo. No, no estoy diciedo "papáaa, ya me volví a zurrar en los calzones". Estaba zurrado, pero de encabronamiento. Como podrán darse cuenta, me encantaba que me tomaran fotos en pelotas, como a Putis Hilton. Chequen nomás la primera imagen: No, no estaba jugando a que era un feroz león grrrr, groarrrr; me estaban tronando las tripas del coraje porque robaron mi alma a flashazos. Fue entonces que mi estricta filosofía zen budista infantil me obligó a lanzarme (ora sí como león) a arrancarle a mordidas los dedos de las patas al fotógrafo. Pero fallé, aterrizando sobre un caca de gaviota de esas que nomás comen cheetos que los turistas les avientan, provocando que a los dioses, que me miraban desde un bar en las nubes, se les saliera por las narices -de tanta pinche risa- la cerveza que se bebían. El fotógrafo huyó -también cagado de la risa- y, ya fuera de mi alcance, me volvió a fotografiar. ¡¡¡Buuuaaa!!! ¡¡¡ya no me tomes fotos, bujuuu, bujuuu YAAAA, le voy a decir a mi mamá!!! "Ah, chinga, pos si tu mamá es mi esposa, güey", me respondió el fotógrafo. Mis brazos se convirtieron en lanzagranadas de bolas de arena, pero mi puntería de niña zurda sólo ocasionó que los dioses se revolcaran a carcajadas a grado tal de orinar y provocar lluvia. Al día sigueinte, ya listo con mi tinita y mi palita para hacer viejas encueradas en la arena, ¡que me toman otra foto! (tercera imagen). Podrán ver mi carita ladeada, implorando compasión al cielo, diciendo "yaaaa, yaaaa no mameeeen, déjenme en paz". Pinche güerco chillón. ¿Pero qué tal ahora? el Guffo se la pasa tomándole fotos a viejitos desvalidos, niños chilapastrosos, mexican curios, tomándome fotos solo, poniendo cara de galán de TV Apezta y de más situaciones dignas de un panfleto para el Teletón. Es mi venganza por todas esas fotos que me tomaron de morro, snif.

miércoles, noviembre 09, 2005

¿dónde chin$%#& está ciudad valles? 2

No dormí profundamente; es imposible hacerlo en los camiones. La película finalizó sin darme cuenta. Mi frente resbaló por el cristal, dejando una mancha opaca; fue entonces que desperté completamente. La niña miraba la madrugada a través del vidrio empañado. Me recargué en el asiento de terciopelo color vino para no interferir con su contemplación. La vi tan absorta que yo también me puse a ver cómo se disolvía la negrura del paisaje con los primeros destellos del aún escondido sol. El camión no estaba tan mal para ser de segunda clase: tenía aire acondicionado y televisores. Pasaron la película de Día de la Independencia, pero ya la había visto. Muy mala, por cierto: las mismas jaladas gringas de siempre. “¿A qué van a Valles?, ¿dónde queda eso?, ¿hay cosas qué hacer en Valles?” Estas eran sólo algunas de las preguntas que nos hacían cuando platicábamos nuestros planes para las vacaciones. “Está en San Luis Potosí, hay una feria, ríos, cascadas y selvas muy cerca”. Omitíamos decir que el padre de Samuel era el dueño de la agencia Carta Blanca y que era el presidente municipal. Esas eran nuestras respuestas para evitar decir “si no saben dónde está Valles, pos búsquelo en un libro, no sean güeyes”. La niña se desprendió del trance que la tenía concentrada en el horizonte. De repente, mis pensamientos se disolvieron, mi vista dejo de estar nublada y volvió a enfocarse en la orilla de la carretera. Después, miré el filo de la tierra, allá donde miraba la niña; en el horizonte, que ya salpicaba centellas matinales. La niña se paró en el asiento y volteó para atrás buscando a su madre. Instintivamente, yo también volteé por la ranura que queda entre asiento y asiento. Su madre estaba dormida y su hermanito sentado en sus piernas –despierto- mirando los audífonos que arrullaban a Erik. Volví mi vista a la carretera y, en un instante, mis pensamientos la nublaron otra vez. Me compadecí de la señora, la niña y el niño. Era obvio que no habían podido comprar tres pasajes y la señora se había tenido que llevar todo el recorrido al niño en sus piernas; o tal vez ya no había lugar cuando compraron los boletos. Decidí mejor pensar lo segundo, era menos angustiante. En un bostezo entramos al boulevard, con sus palos de rosa frondosos, las gorditas a un lado de la gasolinera, el Multiplex Video –el único lugar en donde rentaban películas-, el bar Flamingos, la agencia Chevrolet, el club campestre. Erik y Chuy despertaron y devoraban sándwiches de atún con las caras hinchadas; el niño no les despegaba la vista. Mi maleta de mano sudaba frío y goteaba. Pensé en desayunarme una cerveza. La niña abandonó su asiento. La mayoría de los pasajeros se ponía de pie y sacaba sus pertenencias de los compartimentos de arriba. En otro bostezo, ya estábamos en la central de autobuses. Nos esperaban las mejores vacaciones de nuestras vidas como amigos...

martes, noviembre 08, 2005

¿dónde chingados está ciudad valles?

Fue un jueves después de las 5 de la tarde, después del examen final de Semiótica; ese día fui a comprar los boletos de autobús a la central de autobuses (pos si no a dónde) con destino a Ciudad Valles (¿dónde chingaos está eso?). Doscientos cuarenta pesos. Quinientos diez y nueve kilómetros de distancia. El autobús salía a las 12 de la noche: la hora de los espantos y los borrachos y los putos que se visten de putas. Chuy y Erik se habían desvelado una noche antes en La Zota -un teibol dance de mala muerte donde las putas parecen putos- y llegaron tarde al examen; pero al parecer lo presentaron con buenos resultados. Pasé por ellos en taxi a casa de Erik a las 10 de la noche y todavía estaban crudos y dormidos los muy cabrones. Compramos cervezas para el camino – el taxista nos hizo el favor de pararse en un OXXO- y las escondimos en mi maleta de mano. Bajándonos del taxi y subiéndonos al autobús, estos dos güeyes se quedaron bien dormidos; entonces pensé que las cervezas eran todas para mí. Ni modo. El autobús olía a humedad: a esos aires acondicionados viejos y a tapicería semi fina y desgastada. Íbamos a llegar a las 7 de la mañana a Ciudad Valles (¿dónde chingaos está eso?), Lacho nos estaría esperando y nos llevaría a desayunar zacahuil (¿qué chingaos es eso?... pos lee enseguida): un tamal gigante envuelto en hoja de plátano, con carne de puerco y chile típico de allá de la Huasteca; para después llevarnos a su casa y hospedarnos. Chuy y Erik tocaron juntos en los asientos aterciopelados del autobús “Futura”, a mí me tocó con una niña que dudó al principio en sentarse conmigo cuando vio a su madre y su hermanito recorrer el pasillo y sentarse hasta atrás, a un lado del apestoso baño. Puse la maleta de mano con las cervezas frías bajo el asiento y mejor me dormí, recargando mi frente sobre el frío vidrio por el que desfilaba la noche. Ciudad Valles nos esperaba, y una maleta de mano llena de cervezas frías también…

sábado, noviembre 05, 2005

Los tacos de Chano

Los tacos de Chano están chingones. Chano trabajó hace como veintitantos años en la clínica veterinaria de mi padre: bañaba perros, trapeaba pisos, limpiaba vidrios, orines y cacas. No sé si después de tanto tratar con canes le vino la idea del puesto de tacos, e ignoro la historia de cómo se hizo de su carrito con 15 guisos, salsa verde, chiles toreados y zanahorias en escabeche. Sólo recuerdo que ahí fue donde comí por primera vez tacos de calabaza con elote y de hígado con chile morrón: mis favoritos. "Dame uno de papadillo", lo madreaban los clientes porque Chano le echaba más papa que carne molida al guisado. Ése era el único chiste que yo entendía de los adultos, y nomás me reía, sentado en una jardinera del parque, agarrando con mis dos manos un Barrilito de uva. "Échale carne al picadillo, pinche Chano". "Te hace daño, cabrón", contestaba Chano, y yo nomás sentía que se me salía el refresco de uva por las narices. Chano nunca nos quería cobrar los tacos que nos desayunábamos en aquellas mañanas de inicios de invierno, pero mi padre insistía y le extendía la mano con las monedas; Chano tomaba el dinero apenado, su chaqueta Members Only dejaba ver casi todo su antebrazo, pues le quedaba chica. Chano siempre ponía fotos de Pedro Infante a un lado de la pizarra del menú; una distinta cada día. Decía que quería escribir un libro sobre su ídolo y que estaba aprendiendo a tocar la guitarra para cantar todas sus canciones. Ayer en la mañana fui con Chano, como lo hacía en aquellas mañanas de inicios de invierno de hace veintitantos años. Su carrito sigue estando en donde mismo: bajo las sombras de unos robles, en la esquina de un parque, frente a una iglesia metodista. Sigue teniendo tacos de calabaza con elote, de hígado con rajas y sigue sin echarle carne al picadillo; de hecho, la pizarra del menú que anuncia los guisados dice "Papadillo". Sigue teniendo Barrilitos de uva y sigue estando la jardinera donde me sentaba a comerme mis taquitos de morrito. A un lado de la pizarra del menú está pegada la foto de un Pedro Infante muy joven y otra montando a caballo. En una repisa de aluminio reposan unos humildes cancioneros, eso sí, con bastantes páginas; con la cara de Pedro Infante en la portada y un diseño muy sencillo. Su precio es de 120 pesos y trae todas las rolas del ídolo mexicano. El autor del libro es un tal Graciano no sé qué. Ahora que recuerdo: a los Gracianos les dicen "Chanos".

jueves, noviembre 03, 2005

más cosas de niños...

Recuerdo que quería dedicar toda mi vida a buscar al Monstruo del Lago Ness; pero la ciencia, la razón y mi inevitable transformación en adulto borraron ese sueño. En aquel tiempo de prehistoria mental e infantil no me mortificaba el hecho de “tener que vivir de algo”. Simplemente pensaba irme a vivir a un castillo allá en Escocia (no sé con qué dinero), poner cámaras de video en los alrededores del lago (sigo sin saber con qué dinero), esperar a que el monstruo apareciera y hacer un libro o un documental con las pruebas (obviamente, esto si me hubiera dejado mucho dinero, jejeje). Nessi -como llaman al supuesto dinosaurio que habita en el lago- fue la última creencia en la que dejé de creer, después de santa clos y los tres reyes magos. En serio que quisiera con toda mi alma seguir creyendo en el panzón ese de rojo que regala juguetes a los niños y se roba comida del refrigerador en las noches de navidad, o creer en esos magos millonarios y tacaños que montan elefantes y camellos y que ahora deben de ser metrosexuales y manejar BMWs. Quisiera creer en todos esos personajes que traen dinero a cambio de dientes, en marcianitos que bajan de sus naves y se ponen borracheras con sangre de cabras, o en changos gigantes, peludos y patones que habitan el Himalaya; pero ya no puedo. Quisiera volver a creer en todos esos seres fantásticos e inverosímiles nada más para pasar mejores momentos; para dejar de pensar en esas cosas horribles y atroces -que parecen inverosímiles- pero que son más reales que cualquier monstruo y son el pan con que se alimenta a diario este mundo.

miércoles, noviembre 02, 2005

¿lloran los quelonios???


Posted by Picasa
Son dos tortugas las que viven en el acuario. Es un acuario bastante grande, en el que solía tener peces, pero uno de los vidrios se astilló y tuve que sacar a los pescados y ponerlos en otro lado. Ahora el acuario sólo se puede llenar de agua hasta la mitad. Lo llené de agua hasta la mitad, puse algunas piedras y metí tres tortugas; pero una se murió. Amaneció afuera del agua, recostada en una piedra, con la piel casi blanca. Las otras dos crecieron, una más que la otra; imagino que esa es el macho. Cada que abro la puerta del cuarto veo cómo saltan asustadas de las piedras donde toman el sol y nadan hasta topar con el vidrio. Nadan y nadan engañadas por la transparencia camuflada del cristal con el agua, pero no llegan más lejos de ahí. He querido soltarlas, pero no sé si les vaya a ir tan bien como les va dentro de sus cuatro paredes cristalinas y frías. Las compré desde muy pequeñas, cuando tenían el tamaño de una moneda de 10 pesos y el acuario les quedaba inmenso. Las quiero llevar al río Ramos, al paraje ese que vamos a nadar y descansar de vez en cuando. Pero no sé: el agua no es del todo limpia y la corriente es fuerte; no sé si pudieran sobrevivir ahí. No sé si podrán comer todos los días, no sé si seguirán juntas, no sé hasta dónde las arrastrará la corriente; no sé si dejarlas en libertad y dejar sus vidas a la suerte de la naturaleza. Las miro desde arriba y las piedras del fondo de la pecera se aprecian perfectamente. La superficie del agua abraza con pequeñas ondulaciones sus cuellos. Me miran, como si quisieran decirme algo. Tengo 29 años y mis dilemas son los de un niño de siete.

martes, noviembre 01, 2005

cuentito de día de muertos

- Ring... ring
- Diga... -contesta una mujer.
- Ehhh -se saca de onda Chuy- buenas tardes, ¿está Beto?
- No, no está...
- Bueno, gracias...

Chuy cuelga en teléfono, aún sacado de onda. Lacho estaba con él porque estaban terminando un trabajo de alguna de sus clases de ingeniería mecánica.

- A chinga -dice Chuy- me contestó una vieja en casa del Beto.
- Te madrearon, pendejo. Hablaste a un número equivocado y te siguieron la corriente.
- A ver...
- O igual y estaba con una vieja, el cabrón

Chuy vuelve a marcar el teléfono, suena varias veces y le contesta un güey:

- Bueno
- ¿Qué pedo Beto?
- ¿Qué rollo mi Chuy? ya conseguí los cds pa´l trabajo, ahorita les caigo.
- ¿Estás con una vieja, verdad, cabrón?
- No, güey, voy llegando. De hecho, escuché el teléfono sonar y corrí hecho madre para alcanzar a contestarlo. ¿Por?
- No, es que orita marque y me equivoqué de número. ´Ta bueno, orita te vemos aquí.
- Órale, no me tardo.

Beto toma los cds que había dejado en el mueble del teléfono, quita las llaves que había dejado pegadas en la puerta por las prisas, agarra su cuaderno del sillón y, antes de salir, checa el identificador de llamadas. En efecto: Chuy habló dos veces a su casa y no una. Alguien contestó la primera llamada. Se escucha un portazo en la cocina.